Cada temporada Julio Zhang sigue demostrando su incombustible creatividad y las ganas de aportar nuevos sabores desde su restaurante formal en Chamberí pero en este espacio, pequeño pero muy funcional (la marca está centrada fundamentalmente en el formato delivery y el take away), no iba a ser menos. Hay autoría en muchos de sus bocados. De hecho, se atreve a dar un giro al mítico pollo al limón de esos chinos de barrio de siempre con los que hemos crecido y volver a hacerlo tentador.
El plato fuerte son, sin duda, los dim sums (que irán cambiando periódicamente de ingredientes y presentaciones). Todos artesanales, hechos en la casa y al momento. Deliciosos. Ofrecen varias opciones. De un Xia Long Bao de secreto ibérico en su jugo a unas gyozas de cordero o de verduras. Pero su bao, y mira que hemos probado muchos, relleno de cerdo y puerro braseado es dinamita pura. Difícil resistir la tentación de no pedir dos una vez que se ha probado.
La carta, que nos llevan de viaje a Pekín, Sichuan, Xi’an o Guangzhou, también recoge platos mayores, para compartir, como su king chilli crab, su gastrokubak o sus adictivas costillas de cerdo con especias chinas. El local es sencillo pero perfecto si andáis por la zona de compras porque podéis ir a comer unos tallarines o unas verduras salteadas y seguir ruta. Gustoso para un tentempié rápido o para una cena divertida entre amigos.
Ah, la bodega se adecúa a la oferta pero, además de grandes marcas cerveceras (aunque prometen que van a llegar referencias más artesanas), ofrecen etiquetas de vino poco comunes, herencia de su nave nodriza y otro ejemplo de su transitar al margen de lo tradicional, de convertirlo en algo propio, con carácter.