Papagena es el nuevo espacio gastronómico del Teatro Real que pretende abrir el maravilloso
edificio y sus vistas a todos los madrileños en un esfuerzo por ‘casualizar’ la entrada al coliseo, se asista o no a una de sus representaciones. Ubicado en su sexta planta, la panorámica de la Plaza de Oriente rige todo un espacio decorado por Luis García Fraile y gestionado por Life Gourmet Catering en colaboración con el biestrellado Ramón Freixa. La empresa y el chef catalán ya llevan años al frente de la oferta de comida y bebida de este icónico escenario, incluido su anterior restaurante, pero nunca habían dado el paso de tenerla disponible para clientes que no tuvieran una entrada para la ópera.
De uno de los suntuosos salones palaciegos interiores, las mesas se han mudado a una de las zonas dedicadas previamente a entreactos y la postal no defrauda. No es fácil vestir un entorno así que, si no fuera por sus ventanales y lo que a través de ellos se contempla, sigue resultando tan frío como lo que era, una sala dedicada a los descansos. Una bonita barra de coctelería da la bienvenida. La sigue una bancada alargada en tonos azules y mesitas después junto a las cristaleras y las paredes, que se adornan con enormes fotografías de los entresijos del Real. El propio restaurante funciona casi como un pequeño teatro en miniatura desde el que se contempla la magia del palacio de los Austrias al frente.
La carta es correcta, muy para compartirse, muy para todos los públicos, entretenida, muy como el personaje de La Flauta Mágica que da nombre. Hay croquetas, hay gazpacho, hay un bikini trufado, entre otras entradas más nuestras, y mucho de internacional con acento de aquí, como las empanadillas de pato al curry con hoisin de pisto morrón, la quesadilla de cochinillo y mole poblano, la rosa de salmón y lubina acevichada, la pinsa romana de sobrasada, queso manchego e higos o el tartar de atún rojo con aguacate, huevos fritos y alga nori tempurizada. Flan, torrija o piadina de Nutella conforman lo dulce y una decente selección de vinos patrios, que supone un buen paseo por las principales denominaciones con muchas alternativas por copa, lo líquido.
No es un grandísimo reclamo culinario pero en Papagena se encuentra un buen servicio, buen ambiente y buen plan, no demasiado caro, tras disfrutar de una sesión musical o un romántico incentivo para quien quiera cruzar las puertas de nuestra más emblemática arena y no lo haya hecho hasta ahora o no sea demasiado melómano.