En plena calle de Conde Duque, este restaurante de alma argentina nace de la voluntad de un grupo de amigos puesta a trabajar en un proyecto común: Nacha. El local hace esquina y tiene una amplia zona de ventanales, por lo que el comedor está bañado de luz natural. La cocina, en una zona más alta, queda al otro lado del local, fuera de la vista del comensal. De ambiente distendido, el estilo de su interiorismo tiene un toque vintage, con paredes que sacan a relucir marcas del tiempo, con el estuco original del establecimiento a la vista. El color verde es una constante, sutil, en diferentes en detalles y en la pared del fondo, la única pintada, en la que botellas de vino y vinilos recogen la identidad del local. Allí mismo, una mesa redonda para ocho personas se antoja apetecible para una reunión más numerosa y una sobremesa larga. En el resto de la sala, Nacha cuenta con un comedor a un solo nivel, con una mezcla de mesas altas y bajas.
Su propuesta, pensada para compartir, se centra en una cuidada selección de vino (que ofrecen tanto en opciones por copas como por botellas, en variedad de categorías y opciones de vinos naturales) y un concepto de bocados y raciones al centro y platos principales que se pueden compartir fácilmente. Hablando de comida, su sección de 'platitos' una variedad de opciones frías y calientes para comenzar a calmar el hambre, algunas de ellas para pedir por unidad y otras por ración. Imprescindible su empanada de carne cortada a cuchillo (tendrás que pensar aquí deciddes comer solo una o si repetir de este bocado, ¡verás!).
La acompañan en esta sección un mix de opciones variadas, que va desde el matrimonio de anchoa y boquerón hasta un labneh ahumado con especias, aceite verde y focaccia, su versión del mixto o sus originales milhojas de patata, super crujientes y que sirven con tres mayonesas. Estupendo el vitel toné, jugoso, con una salsa toné para rebañar y rebañar (riquísimo el pan, por cierto). Muy acertada la receta de los espárragos con guisantes y crujientes de jamón ibérico, que llegan cubiertos de parmesano y coronados con una yema curada (ídem del pan anterior). Del lado de las carnes, la oferta es clara: saber hacer argentino y producto de calidad que se traducen, por ejemplo, en un tataki de entraña con salsa japo que te pondrá ojitos, una molleja a baja temperatura o un ojo de bife con chimichurri para el que puedes elegir tu punto: argentino o español.
Merece la pena dejar hueco para el postre y probar, seguro, su flan de dulce de leche, que llega acompañado de una nube de mascarpone. Aunque el primero, de salida, no es empalagoso, el detalle de la crema de queso ayuda a terminar de redondear este clásico argentino sobre el que Nacho, uno de los socios, indica que Wen Argentina le pondríamos dulce de leche de acompañante". Anota, si eres de los que no pecan de caer en las mieles de lo demasiado dulce: su postre de stracciatella con albaricoque asado y granita tiene una combinación de texturas y temperaturas especial y acertada.