"Llevamos solo cinco meses. Nos dijimos que el primer día del verano que no viniera nadie al mediodía cerrábamos. Y, mira, no hemos echado la persiana desde entonces". Hay un equipo rabiosamente joven y un hilo musical cargado de autotune. Por mucho que esta avalancha les haya sorprendido para bien, aquí no les pillas con el pie cambiado. Al contrario, les va la acción. Por ambiente (bullicioso), local (todo mesas altas) y propuesta culinaria (taberna viajera se dicen, de marcada querencia asiática apuntamos) hay que venir con ganas de divertirse. Anotadas alergias y visitas precedentes, vas a ciegas. Primero salen platillos individuales como chispazos (bao “pringadedos” feliz y miniserie de dim sum) y luego otro(s) al medio. Aunque el dinamismo de la carta y sus versiones son constantes, el rollito con steak tartar no falla y el Luisito será un clásico. Si vais por primera vez y sois curiosos, conseguid hueco en barra y dejaos llevar por una bodega mínima pero ajustada al plan (van de un 100% Chasselas de Orly Lumbreras a un Oloroso de Tradición). Se trata de entregarse pero también de quedarse con ganas y volver. No lo pidáis todo a la primera, aunque os tiente, en este rincón capitaneado por Sergio (ex-Derzubar) y su gamberrismo ilustrado.
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