Este emblema de la restauración madrileña, local casi bicentenario (fundado en 1839), tienda a pie de calle y restaurante en el primer piso, vive su segunda juventud (si es que alguna vez fue joven su propuesta) de la mano de los responsables de Pescaderías Coruñesas. Más que cambiar han apostado por reforzar los pilares de una carta con platos históricos (desde el cocido hasta el Pato canetón de las Landas asado a la naranja o el legendario soufflé) a la vez que han actualizado recetas marcadas por esa línea inclinada al clasicismo (solomillo Wellington con patatas a la inglesa, Foie del Ampurdán en escabeche o Perdiz en escabeche con pamplinas) y creado algunas nuevas que evidencian la seña de identidad de la actual propiedad (salpicón de bogavante gallego, almejas de Carril a la sartén con palo cortado...).
Al frente de casas tan destacadas si hablamos de producto como Desde 1991 o Filandón, los artífices del nuevo rumbo cuidan especialmente la selección de las materias primas que entran en cocina de la misma manera que, a la hora de hacer una reforma integral, se propusieron mantener el espíritu de elegancia de otro tiempo en todos sus espacios. Perviven los detalles, la cubertería de plata, la exquisita cristalería, el samovar...
Bajo la máxima lampedusiana, la estirpe culinaria de este icono (ahora en la Milla de Oro de la hotelería capitalina) se mantiene así a buen recaudo. A toda esta historia de historias que se conservan para clientes presentes y futuros se ha sumado otro de nuestros grandes nombres. Ricardo Vélez (Moulin Chocolat) comanda la carta de dulces de la tienda, donde ahora puedes comprar ginebra y vino (en colaboración con la prestigiosa bodega Marqués de Murrieta) etiquetadas para ellos así como una selección de etiquetas jerezanas.