Un enorme ventanal por el que entra la luz en cascada da la bienvenida a una de las apuestas más refinadas de la ciudad. "Nos ha costado bastante formar un equipo que entendiera nuestro punto de vista y el servicio que queríamos dar", señala Fabrizio, quien junto a su pareja, la chef Jùlia Török, comanda el restaurante. Ambos aprecian y cuidan los detalles, desde la sala a los emplatados, y llevan haciéndolo ya cuatro años y medio. Los mismos que lleva la lasaña en carta; su receta crudivegana se cuenta entre las mejores de la ciudad (no veganos incluidos). "Es uno de los platos más elaborados, se prepara íntegramente al momento. De hecho, dada la demanda, tenemos una persona que se dedica exclusivamente a ello". Su propuesta viajera, breve pero que juega con la temporada para ir introduciendo novedades (no os perdáis su última cuchara: purés de raíces), es también la búsqueda de sabores nuevos, el ensayo con diferentes texturas. Siempre a partir de producto fresco. "Solo entra hecho el pan y los espárragos que compramos a un pequeño productor navarro".
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