Describen la suya como una cocina "alborotada" que se enmarca en un concepto de taberna desenfadada en la calle Miguel Servet, en la que, a pesar de lo informal del adjetivo, el conjunto de la oferta funciona de manera armónica y consistente, con un servicio estupendo y una cocina que sabe lo que se hace. Tras más de ocho años dando de comer a vecinos y asiduos en este local que se encuentra en la parte baja –en "la falda"– de Lavapiés, el pasado verano llevaron a cabo una renovación del establecimiento tras la que se mantienen las características paredes de ladrillo caravista, sus columnas de piedra y la barra de acero inoxidable tras la que se encuentra la cocina.
Apostando por un interiorismo más pulido y minimal, el renovado local cuenta con un gran ventanal a la calle y una puerta que es en sí misma toda una cristalera, dotando de una gran cantidad de luz natural al interior, en el que ofrece la opción tanto de sentarse en mesas altas y taburetes, como en barra, y también en algunas mesas bajas, además de disponer de un comedor.
La carta de La Falda reúne bocados que se pueden pedir por unidad, como su croqueta de jamón, sabrosa y con una bechamel cremosa, de las que recuerdan a las elaboradas en casa, o su falso taco de costilla de cerdo deshuesada con salsa hoisin, bocado jugoso y crujiente a la par. Además, otros platos son perfectos para compartir, por ejemplo sus gyozas de calamar con espuma de miso y mirin acompañadas de la teja crujiente de su propia tinta.
Entre las opciones que pueden llegar al centro de la mesa, imposible no remarcar su elaboración icónica, la tortilla de patatas, que en su versión con grelos y chorizo ceboleiro fue campeona de la primera edición del “Campeonato de tortilla de patatas con…”. La de su carta es de estilo Betanzos, con huevos gallegos (que se apilan en hueveras a la vista de los clientes en el interior de la barra), patata en finísimas lascas, bien fritas y poco cuajada. Además, dos veces al día, a las 13:30h y a las 20:00 horas existe la posibilidad de probar uno de sus pinchos –estos sí de la versión ganadora–, hasta que se terminan las existencias.
Merecen atención especial sus opciones fuera de carta, que cambian en función de disponibilidad y temporada, con sorpresas tan placenteras como sus verdinas con centollo. La propuesta cierra con tres opciones dulces y una completa carta de vinos, blancos, tintos y con burbujas, en un amplio rango de precios y opción de tomar algunas de sus referencias por copas.