Hay proyectos que solo pueden entenderse si los ponemos en contexto, y el caso de Hiro es un buen ejemplo. Al frente de esta apertura en pleno barrio de Malasaña se encuentra el joven Lucas Ciasullo. Nacido en Buenos Aires, cuenta con ascendencia gallega, italiana y argentina. Una fusión muy particular que ya te da una pista de lo que nos vamos a encontrar en los platos del chef que, con solo cuatro años, se fue a vivir a Galicia, para más tarde, ya con doce, instalarse en la Costa del Sol, donde pasaría toda su juventud, y que finalmente puso rumbo a Madrid para dedicarse a lo que empezó siendo un hobby.
"Siempre me había gustado cocinar para la gente, disfrutaba viendo la reacción de aquellos que venían a comer a casa". Pero fue con veinte años, tras enterarse de que Dani García cerraba su restaurante triestrellado para abrir su primer Leña en Puente Romano (Marbella), cuando decidió que quería apostar en serio por esto de la cocina: "De repente me vi al lado de gente muy profesional, y no me refiero solo a Dani García. Allí estaban Jorge Martín del Cañizo, que es su mano derecha, Abril Chamorro… Para mí todos ellos eran mis dioses del Olimpo (risas)", así que nos podemos imaginar que lo dio todo y más para demostrar al resto su valía.
En aquel momento él no lo sabía, pero ya no había vuelta atrás. Se había mudado a la capital con la firme intención de seguir creciendo como cocinero, y cada paso que fue dando le sirvió para autoafirmarse, sin duda la decisión había sido la acertada. Pasó por Nado, de Iván Domínguez, o por Arima, con Rodrigo Fonseca y Nagore Irazuegi, antes de aterrizar en DSTAgE, de Diego Guerrero (2 estrellas Michelin). Y tras un breve paréntesis, que le llevó a abrir en Málaga, junto a sus hermanos, la hamburguesería Goat (reconocida con un Solete Repsol en 2024), y probar suerte con el mismo concepto en Madrid, pensó que había llegado el momento de lanzarse con su propio bistró. Y aunque Ciasullo no puede tener queja de la acogida que ha tenido Hiro en estos primeros seis meses de vida, lo cierto es que no quiere relajarse demasiado: "Creo que la propuesta puede mejorar mucho, aunque nuestra intención aquí no es hacer algo, digamos, más gastronómico. Ese otro concepto, al que ya le estoy dando vueltas, lo dejaremos para más adelante en otro tipo de local", apunta.
De momento, vamos a centrarnos en Hiro, donde disponen de una carta en la que los vinos naturales (también las cervezas artesanas de Mica) tienen su protagonismo. En nuestro caso probamos varias referencias, siendo la Syrah marroquí de Tandem la que consiguió elevar con mayor acierto esos platos viajeros de Lucas en los que se intuye cierto atrevimiento, lo cual se agradece. Buen ejemplo de ello es el rodaballo nikkei, con ese guiño al gazpachuelo malagueño, un plato que sorprende por su descaro pero que no te descoloca. Incluso diría que está entre los más interesantes de la propuesta de Hiro, junto a las judías con crema de jamón y el adictivo saäm de mollejas y langostinos. Pero si tuviéramos que quedarnos con uno, ese que en unos años será considerado icónico de esta casa, no nos queda otra que mencionar la straciatella con puré de maíz y salsa de chiles crujientes. Es una elaboración que, simplemente, lo tiene todo: sabor, texturas, frescura, estética…
"Aquí encuentras ingredientes y sabores que llevan tiempo almacenados en mi memoria, a veces puede ser algo árabe, otras japonés... La única premisa aquí es la de intentar cocinar rico y que la gente disfrute". Algo que sin duda consigue gracias a ese mestizaje culinario que derrocha personalidad y que se acompaña de un ambiente desenfadado en el que es difícil no sentirse a gusto. Del resto, como comentábamos, se encargan un pan lavash que vas a querer llevarte a casa y una corta pero acertada carta de vinos, que ahora mismo cuenta con 22 referencias. Sobre ella, el chef nos cuenta que "un 70% son naturales, un 20% aproximadamente son biodinámicos y el resto son vinos al uso". Pero lo realmente interesante es que de cualquiera de ellos vas a poder disfrutar tanto en su coqueto comedor como en esa barra para diez comensales que cuenta con una vista privilegiada que van a valorar aquellos que disfrutan viendo a un equipo en acción.