El Lugarcito de Lola Beneyto tiene nueva sede tras cambiar su antigua ubicación en Noviciado por otra en la calle Santa Isabel, en la parte más alta del barrio de Lavapiés. Al cruzar la puerta del local, que ocupa un espacio en esquina frente a los puestos exteriores del mercado de Antón Martín, varios ventanales dejan pasar la luz natural a raudales. El espacio, con la barra a la derecha y la cocina y el baño al fondo, se ha aprovechado al máximo, permitiendo que haya mesas bien distribuidas, a diferentes alturas y con un combinado de sillas y banquetas en las que tomar asiento.
Esta nueva localización, tan próxima a las tiendas de alimentos del propio mercado y del barrio, encaja a la perfección con la cocina de temporada que elabora Lola, que hace la compra y adapta los platos del día a la disponibilidad y precio de las materias primas, pensando en optimizar costes sin renunciar a la elaboración de platos sanos y menús equilibrados.
El establecimiento mantiene la esencia del antiguo Lugarcito, aunque su concepto se ha ampliado, ha evolucionado. Si en Noviciado funcionaba como tienda de comida para llevar en la que además los clientes se podían quedar a comer, bandeja mediante, en la terraza trasera, en la calle Santa Isabel el Lugarcito se encuentra a medio camino entre un bar y una casa de comidas que da servicio desde el mediodía y hasta bien entrada la noche. A la hora de comer, en su mostrador se dan encuentro varias opciones, que pueden tomarse combinadas o de manera individual: una crema, una ensalada y, normalmente, un guiso, una legumbre o una pasta, que pueden acompañarse con las opciones de proteína, entre las que predomina la carne. Son fijos y sabrosos su pollo al horno o su aguja, que conviven con otras recetas como la cochinita pibil, muy recomendable. Todas ellas se sirven acompañadas de una guarnición: arroz, boniato, pico de gallo… en función de la elección.
Esta vez sin bandejas y con manteles –de papel– y disponiendo de una sala en la que disfrutar de tu elección de menú (que también puedes pedir para llevar) y que además funciona cubriendo otros momentos de consumo a lo largo del día: desde tomar el aperitivo acompañado de una gilda, compartir unas raciones –su ensaladilla no falla, pero también puede ser hummus, quiche, tabulé o unas ricas anchoas–, pedir un pincho de tortilla o un bocata y combinarlo con una caña o un café, alargarse hasta el postre, practicar el tardeo o en horario nocturno, para tomar una copa. Además, se suma la opción, en la parte líquida, de probar vinos naturales por botellas y una selección de vinos y vermuts para tomar por vaso o copa.
Además de la oferta de comida que atiende al mercado y a la temporada a un precio asequible, el Lugarcito siempre se caracterizó por un ambiente informal y una sensación de familiaridad que casi se puede tocar. En una ciudad tan grande y concurrida como Madrid, este nuevo local hereda ese halo de cotidianeidad, alimentado por el ir y venir de clientes habituales a los que se recibe por el nombre y se les pregunta qué tal el día mientras eligen cuál será su trago o su menú. El Lugarcito es diversión, rebeldía y calidez, un poco como su dueña, y también el ejemplo perfecto de que estos tres atributos pueden convivir y retroalimentarse, siempre a mejor.