La primera sucursal europea del mítico restaurante mexicano El Bajío se encuentra en Madrid, concretamente en pleno barrio de Almagro. Liderada por la chef Titita Ramírez, cocinera mexicana de referencia y empresaria, El Bajío es ya una marca en sí misma, asociada a la autenticidad y la calidad, que cuenta con más una veintena de locales abiertos en su país. Su establecimiento de la capital centra la oferta gastronómica en una cocina mexicana tradicional, bien ejecutada y con gran variedad de opciones para conocer sus platillos más allá de guacamole y tacos, aunque contando también con estos.
El local, que abre todos los días, es muy amplio y está dividido en dos plantas, con varios comedores y ambientes que lo hacen idóneo (también) para reservas de grupos grandes. Con un interiorismo nada recargado, que apuesta por la madera, los tonos tierra y una amplia gama de marrones, las paredes combinan la textura del barro adobe y el ladrillo visto, con pasos entre comedores definidos por arcos que remarcan la impresión de estar atravesando el restaurante de un espacio a otro. En las paredes, espejos y soles dorados de diferentes tamaños, colgados aquí y allá, aportan luminosidad al espacio. Servicio muy atento, que maneja buenos tiempos de recepción, toma de comanda, servicio de platos… en el contexto de un ambiente distendido, informal, con mesas sin mantel.
La carta, dividida entre antojitos, tacos y sopes, ensaladas y sopas y platos fuertes, cuenta con una gran variedad de opciones, fácilmente combinables. Rico su guacamole tradicional con opción de añadirle chicharrones (siempre un acierto) entre los primeros e imprescindibles, por deliciosos, sus panuchos yucatecos, elaborados sobre pequeñas tortillas con cerdo cocido con achiote y jugo de naranja. En esta sección aparecen los ceviches, aguachiles y otras elaboraciones como el cóctel cantinero, en las que destacan pescados y mariscos. Variedad de propuestas entre los tacos y sopes, en este caso servidos por parejas en unidades de mayor tamaño. Consistentes los tacos de rabo de toro, que guisan en chile guajillo y chile ancho.
Entre los principales, o 'platos fuertes', salen a relucir los moles y otras elaboraciones tradicionales: pollo en mole, entraña de adobo tradicional, lengua a la veracruzana, lubina a la talla, mixiote de langostinos en salsa negra. Aquí el huarache de solomillo se presenta servido sobre salsa de frijones y salsa verde y roja, fileteado y cocinado al punto perfecto. Entre los moles, el amarillito con el que se cocina el rape, guisado con judías verdes y calabacín y servido arroz con verduras, es un acierto.
La vertiente dulce continúa con la misma línea que el resto de la propuesta, elaborados con recetas de siempre: pastel de elote, plátanos fritos estilo Veracruz o arroz con leche con piloncillo son tentadores, pero el flan de cajeta resulta ganador. De menor nivel que la comida resulta la coctelería que, si bien reúne un mix interesante tragos clásicos y otros actualizados (correcta su Paloma, por ejemplo), tiene que trabajar ese equilibrio de sabor que sí está presente en sus platos.