Pescaderías Coruñesas siempre ha sido garantía de un producto excepcional y para ratificarlo una vez más suman este restaurante, el más ambicioso de su trayectoria en la restauración. Un espacio, coherente con la filosofía de la casa, que da una vuelta de tuerca a toda esa experiencia acumulada a la vez que rinde homenaje a los fundadores del sello. Es una apuesta en toda regla en cuanto que el menú (oscila entre 120 y 150 euros; el cliente puede elegir algunos de los primeros platos -tres de los seis entrantes- pero el principal será el mejor pescado -rodaballo, besugo, mero... todos salvajes- que haya llegado ese día, sea el que sea) cambia cada día según el mercado y la temporada. Juegan en esa línea fina porque pueden, porque les sobran galones y porque, además del buen trabajo en cocina, han fichado a Abel Valverde (ex Santceloni, Premio Nacional de Gastronomía y tabla de quesos imbatible) para darle un aire especial a la sala, que forme parte intrínseca y fundamental de lo que es sentarse en su comedor.
Y todo esto lo hacen, además de con un pulcro cuidado, en un barrio no precisamente gastronómico, en una nave industrial de finales del siglo XIX, con una capacidad para unos 60 comensales (40 en sala más un espacio privado con capacidad para grupos entre 20 y 30 personas) y con un patio central ajardinado. Los de O'Pazo y Filandón, han sumado a su cartera un nuevo templo de peregrinación para todo amante de la buena mesa, una dirección ineludible para los aficionados al pescado y el marisco.