No se hace de noche en la nueva casa de Dani García (dos estrellas Michelin). O quizás siempre sea de noche (y reine el ambiente festivo). El efecto lo ha provocado el conocido interiorista Lázaro Rosa-Violán (su teléfono echa humo desde hace más de un año) que ha diseñado una, valga deslumbrante, iluminación para teletransportar al visitante al alumbrado del Real en plena feria de Málaga. Y partiendo de esta imagen, que simbolizan las raíces del prestigioso chef andaluz, van brotando por todo el espacio –800 m2 diáfanos, oiga, donde se distribuyen decenas de mesas sin manteles y varias barras- algunas de las enseñas y valores de su cocina, que pasa por el atún de almadraba (en una vitrina) y la experiencia y técnicas aprehendidas en sus constantes viajes (globo aerostático en la entrada).
Hay cambios en la carta respecto a BIBO Marbella pero a su llamada, junto a bolsillos pudientes, sigue atrayendo a la clientela extranjera y siguen llenándose sus mesas desde el primer día. Eso no cambia. De hecho, ya es complicado hacerse con una para los próximos fines de semana y, si vas a cenar a primera hora, quizás tengas que levantarte para un segundo turno. Así las cosas, con mucha gente guapa, un aire cosmopolita, un hilo musical que va de Rick Astley a Depeche Mode, una barra repleta de originales cócteles, un ambiente bullicioso y un servicio tan eficaz como ajustado (cubren tanto campo como un entregado lateral izquierdo) se presenta una de las aperturas más sonadas de la nueva temporada capitalina, esa que han subtitulado Andalusian Brasserie & Tapas. Un tentador sitio de moda.
La carta, larga, muy larga, aboceta las fuentes (guiños asiáticos, peruanos, franceses) y la vena creativa de Dani García. Pero, eh, en su vertiente más informal, más accesible, más del gusto de la mayoría, donde se han hecho un hueco algunos entrantes ya míticos de su carrera profesional como el gazpacho de cerezas o el yogur de foie. Es un ejemplo de su intención de democratizar la alta cocina. Pero no esperen esas cotas aquí. Sí encontrarán platos correctamente ejecutados, aliños atractivos, clásicos reinterpretados con brío, sabores bien equilibrados, frituras impecables y, en algunos casos, unos precios pelín elevados para la cantidad (la calidad es incuestionable).
La oferta es tan amplia que puedes quedarte en un tapeo sencillo y cómodo –croquetas, tortillita de camarones, brioche de rabo de toro, hamburguesa…-, o entregarte a delicias mayores –jamón sobresaliente cortado al momento, ostras, botella de champagne…-. Por supuesto, la bodega tiene el peso y el número de referencias que pide un espacio con estas aspiraciones pero hay una especial atención a los jereces. Todos se pueden tomar por copas. ¡Bien jugado!
Para probar algunos platos tendrás que llamar a tus amigos, a esos a los que les gusta la carne. El lomo alto de Black Angus les hará salivar antes de que llegue a la mesa pero pesa un 1kg. Pato asado, pollo relleno, chuletón… Varias propuestas se prestan a compartir, también los segundos de pescado (merluza a la romana, calamar con risotto de pasta). No faltan platos pensados para ir con la familia (sí, se ven mesas con niños) ni el brunch de fin de semana. Muy ambicioso este aterrizaje, muchas las armas para convencer y alcanzar pronto el éxito. Su reto será mantenerlo.