Su nombre no decepciona: es un bar homenaje a la galleta. Está decorado con madera y ladrillo blanco, pero su carta (sorprendente y sofisticada) no tiene nada de empalagoso. Sus copas perfectamente situadas, los toques de color de las flores estratégicamente colocadas y su mobiliario dan un toque muy hogareño al local.
Entre sus elegantes y deliciosos platos encontramos tártar de atún a la mostaza antigua con aguacate y mango, chipirones a la plancha con arroz negro o una ligerita ensalada griega que te dejará saciado. Sus postres te harán regresar a la infancia, gracias a su elaboración casera con las recetas de nuestras abuelas. No te pierdas su tarta de zanahoria con frosting de galleta.
Además, han inventado un nuevo concepto en el competitivo mercado gastronómico madrileño: ¡la meriencena! Una versión del brunch inglés para los que nos gusta más la tarde-noche, gracias a que su cocina no cierra después del medio día.