7 gastrotabernas imprescindibles

Una pared de pizarra para perderse. Un lugar espléndido para llevar a tres personas y descorchar una botella; los vinos tienen un lugar privilegiado (alrededor de cuarenta referencias) en este recogido local. Pero la mejor y más cómoda opción es hacerse con la única mesa que admite reserva y compartirla con media docena de amigos. Cocina de mercado bien ejecutada que apunta al centro: cazuelas, raciones, tostas…. Por su emplazamiento, mucho traje y gente por encima de los 40.

Aplaudida por igual en reseñas gastronómicas y revistas de interiorismo y moda, la segunda taberna del Grupo DeLuz & Cía, tras la recomendable La Carmencita, propone una carta (tamaño tabloide británico) con más 80 platos y corte tradicional. Una barra hipnótica en la que apostarse y varias mesas bajas en las que disfrutar de la cosecha de proveedores con nombre y apellido, de bocados ecológicos y vinos sugerentes (muchos naturales). Su éxito no es gratuito. Hay cariño y trabajo.

Dos ilusionados advenedizos en el mundo de la restauración han hecho (literal) un viaje a la semilla de nuestro recetario nacional para traerse de vuelta una espectacular tortilla de patata, un pisto manchego que conquista, carnes sublimes o una quesada pasiega de premio. Buscan la materia prima allá donde resida su fama (hablamos de Santoña, Lasarte, Girona…). Con el buen tiempo el espacio crece en una codiciada terraza exterior, rincón para quienes reclaman honestidad y trato amable.

El hermano pequeño de La Ancha y las Tortillas de Gabino, dos direcciones destacables, nació más brioso, menos serio, resultón, quizás algo subido de precio (zona noble ergo público bien, gente guapa). Dos plantas, ambiente animado, mobiliario disparejo, creaciones originales que juegan con el comensal, platos del día y las opciones ya clásicas (carrilleras, potito…) del inquieto chef Nino Redruello, que lleva casi seis años sin dejar de sorprender a una clientela que repite.

El 'roasted pork' que prepara Scott Preston los fines de semana (pocas mesas, imprescindible reservar) es un fiel ejemplo de su tentadora cocina británica, pero su menú diario evidencia más claramente el esforzado buen hacer y el tamiz informal, casero y saludable de esta taberna a la que no le ha faltado público desde su apertura. Destila encanto especial, hay sabor en los platos, son gente simpática y está lo suficientemente alejado de las calles más concurridas de Lavapiés.

Dejamos al margen el restaurante, donde la cocina del guipuzcoano David García ostenta galardones de las dos guías más conocidas por todos. En la amplía y luminosa zona de barra ofrecen un excelente menú, que solamente es la punta del iceberg. En el huevo asado con habitas, jamón y patata se distingue la mano de los propietarios, responsables de los insignes Joselito y La catedral de Navarra. Sirven pinchos fríos y calientes al momento, platos de cuchara y raciones. Todo impecable y, eso sí, caro.