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15 cosas que no sabías del metro de Madrid

Te proponemos un viaje a las entrañas del suburbano madrileño

Escrito por: Dani Cabezas
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Los millones de habitantes de Madrid y de sus alrededores lo conocen de sobra. Han esperado en sus andenes, han caminado por sus pasillos y han viajado en sus trenes para recorrer, de norte a sur y de este a oeste, todos los puntos de la capital. Pero el Metro de Madrid es mucho más que sus 294 kilómetros y 302 estaciones, pues esconde bajo tierra museos, ruinas arqueológicas, paradas fantasma y un sinfín de anécdotas y curiosidades que lo convierten en uno de los suburbanos más especiales del mundo y en elemento imprescindible de la red de transporte de Madrid. ¡Bienvenidos a un viaje en metro de lo más peculiar!

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Los ojos cerrados del rey

Si hay una fecha en la que el metro (abreviatura de Ferrocarril Metropolitano de Madrid) sopla velas para celebrar su cumpleaños es el 17 de octubre. En ese día de 1919, y después de tres años de obras, quedó oficialmente inaugurado, con una anécdota curiosa que ha quedado para la historia. Aquella jornada tan especial para la capital contó con la presencia del entonces rey Alfonso XIII, quien tuvo la mala fortuna de salir con los párpados cerrados en la foto oficial del evento. Para resolverlo, se optó por pintarle los ojos en la imagen con el Photoshop de la época... con un resultado no del todo afortunado.

El primer tramo del metro

El tramo entre Sol y Cuatro Caminos (que actualmente recorre la línea 1) fue el primero en funcionamiento de Metro de Madrid. Ese recorrido de 3,48 kilómetros, que se hacía en unos diez minutos, tenía las mismas estaciones que en la actualidad, aunque algunas con nombres distintos, mientras que otra quedó con el tiempo clausurada. Las ocho estaciones eran Puerta del Sol (actual Sol), Red de San Luís (Gran Vía), Hospicio (Tribunal), Glorieta de Bilbao (Bilbao), Chamberí (la conocida tras su cierre en los años 60 como estación fantasma), Martínez Campos (Iglesia), Ríos Rosas y Cuatro Caminos.

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Barato y abierto hasta tarde

El primer billete de metro tenía dos tarifas, aludiendo a dos tipologías distintas: los de primera clase costaban 0,20 céntimos de peseta, mientras que los de segunda tenían un precio de 0,15.  En aquel momento se intentó competir en precio con los billetes del tranvía, el medio de transporte público más usado por los madrileños. En sus primeros años, el metro estaba abierto de 6:20 de la mañana hasta pasadas las 2:00 de la madrugada. Un horario muy similar al actual (de 6 a 1:30 h).

Sexismo en el metro

Aunque a día de hoy nos pueda parecer inconcebible, durante sus primeros años de actividad la atención de las taquillas estaba reservada exclusivamente a trabajadores de un único género. En sintonía con la mentalidad que existía en aquel tiempo, se estableció como norma contratar como personal de taquilla solo a mujeres solteras, ya que se consideraba impensable que una casada pudiera desempeñar ese trabajo a tiempo completo y ocuparse además de cuidar de su casa y su familia, tal y como se esperaba en la sociedad de entonces. Estrella Aranda fue la primera mujer en conducir un metro en 1983. Hoy día, y aunque hemos avanzado en esta materia, tan solo el 25% de la plantilla está compuesta por mujeres. 

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Pionero en el mundo... y seguro como ninguno

Hoy todo el mundo habla de la necesidad de una transición energética que, en el caso de los transportes, pase por la electricidad. Pero el metro de Madrid fue el primero en nacer 100% eléctrico. Cuando se inauguró, en 1919, ya funcionaban otros como el de Londres (1863), Budapest (1896) o París (1900), pero en un principio contaron con locomotoras a vapor. 

Además, el de Madrid fue el primer suburbano del mundo en instalar su catenaria en el techo. El resto tenían este tipo de cables de alta tensión en el foso, lo que suponía una muerte segura a quen caía a las vías.

¿Por qué va por la izquierda?

Todos nos lo hemos planteado en alguna ocasión. A diferencia del resto de medios de transporte, el suburbano circula por el lado izquierdo. Pero… ¿a qué se debe? El motivo lo encontramos en la época de su inauguración, el año 1919, periodo en el que los vehículos transitaban por la izquierda. Sin embargo, cinco años más tarde, en 1924, cambiaría el sentido de la circulación para todos los medios de transporte, tanto públicos como privados, excepto para el metro, que por cuestiones económicas y prácticas mantendría el sentido de su marcha original, tal y como lo conocemos ahora.   

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Líneas cortas, líneas largas

La red metropolitana madrileña integra un amplio compendio de líneas y estaciones de muy diversa índole. Encontramos líneas de gran longitud, como la 12, con cerca de 41 kilómetros, que contrastan con otras muy cortas, como el ramal entre Ópera y Príncipe Pío, de apenas un kilómetro. Probablemente entre las estaciones menos queridas por los usuarios se sitúen la de Cuatro Caminos, que nos obliga a descender el equivalente a un edificio de 20 plantas para utilizar la línea 6, o las de Diego de León o Acacias, dos laberintos y una auténtica pesadilla para todos aquellos que diariamente deben hacer transbordo en ellas.

Refugio contra las bombas

Como en otros suburbanos del mundo, el metro de Madrid sirvió de refugio antiaéreo durante los bombardeos de la guerra civil. En 1936, las autoridades recomendaron a los habitantes de la capital bajar a los andenes cuando sonaban las alarmas. Sin embargo, la cosa se acabó desmadrando: ante la falta de vivienda que encontraban los refugiados que venían del campo, muchos edecidieron quedarse allí definitivamente, y las condiciones de insalubridad comenzaron a ser un problema. A finales de ese mismo año, el gobierno republicano decidió desalojarlo. 

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Estaciones que cambiaron de nombre

A lo largo de su historia, han sido muchas las estaciones de metro que han visto cambiar su denominación. Gran Vía se llamaba antes Red de San Luís. Tribunal era conocida como Hospicio. Iglesia era Martínez Campos. Ópera no era tal, sino Isabel II. Y Opañel recibía el nombre de Elvas. Más recientemente, Palos de Moguer pasó a llamarse Palos de la Frontera, Lima dejó de serlo para adoptar la denominación Santiago Bernabéu y Metropolitano se cambió por Vicente Aleixandre.

El secreto de Alto del Arenal

Quizá por su nombre o por su ubicación no lo parezca, pero esta estación de la línea 1 es más importante de lo que muchos piensan por el gran secreto que guarda en su interior. En ella se encuentra el Gran Hermano del metro madrileño: el puesto de control que desde el año 2000 vigila toda la red del suburbano. Es una pena, pero este centro de mando no puede ser visitado por los viajeros, quienes se pueden conformar con disfrutar de un antiguo vagón de tren de los años 20 que se encuentra en el vestíbulo de la estación. En total recorrió unos seis millones de kilómetros. Casi nada...

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El Museo de los Caños del Peral

El metro madrileño nos brinda también distintos espacios históricos que merece la pena pararse a conocer entre carrera y carrera. Uno de los más destacados lo encontramos en la céntrica estación de Ópera, que atesora el mayor museo arqueológico bajo tierra de Madrid, aglutinando los restos arqueológicos de la Fuente de los Caños del Peral, del Acueducto de Amaniel y de la Alcantarilla del Arenal. Un espacio de 200 metros cuadrados, que integra también una sala de audiovisuales, donde adentrarse en la vida madrileña de los siglos XVI y XVII a través de estas construcciones que suministraban agua a los madrileños de la época. La visita es gratuita.

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