Paul Durand-Ruel, el mecenas del impresionismo, en Fundación MAPFRE

La exposición descubre la figura del marchante y realza a cinco pintores, los últimos destellos del impresionismo.

Georges d'Espagnat. Les guides (Las riendas, The Reins), c. 1899. Photo Archives Durand-Ruel © Durand-Ruel & Cie. © Georges D' Espagnat, VEGAP, Madrid, 2024
Georges d'Espagnat. Les guides (Las riendas, The Reins), c. 1899. Photo Archives Durand-Ruel © Durand-Ruel & Cie. © Georges D' Espagnat, VEGAP, Madrid, 2024
Time Out en colaboración con Fundación MAPFRE
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En 1865, Paul Durand-Ruel (1831-1922) quedó a cargo de la galería que había fundado su padre Jean y, desde entonces, no tardó en convertirse en “el secreto” tras el éxito comercial de los impresionistas. Uno de los marchantes más conocidos de París que, frente a todo pronóstico, llevó el impresionismo a lo más alto y, tras la consagración del movimiento, no dudó en apoyar a una generación de jóvenes pintores herederos de los grandes maestros de la pintura de la luz.

Durand-Ruel apoyó primero a artistas como Eugène Delacroix y Gustave Courbet, así como a la llamada «Escuela de Barbizon» (Camille Corot, Charles-François Daubigny o Jean-François Millet, entre otros). Más tarde se centró en la promoción de los artistas impresionistas, como Claude Monet, Auguste Renoir y Camille Pissarro. Pero no fue hasta la última década del siglo XIX cuando se embarcó en una nueva (y menos conocida) aventura: dar apoyo y difusión a una nueva generación de pintores, los llamados “postimpresionistas”, formada por Albert André, Georges d’Espagnat, Gustave Loiseau, Maxime Maufra y Henry Moret.

Ahora, Fundación MAPFRE acoge hasta el 5 de enero en la Sala Recoletos (Paseo de Recoletos, 23. Madrid) la exposición Paul Durand-Ruel y los últimos destellos del impresionismo: una muestra con la que pone en valor la figura de este mecenas, además de contextualizar y resignificar el trabajo de cinco artistas “postimpresionistas” a quienes logró otorgarles el puesto que merecían en la Historia del arte.

Las obras de Gustave Loiseau, Maxime Maufra, Henry Moret, Albert André y George d’Espagnat se muestran en la exposición, conformada por más de 70 piezas a través de las que se descubre la figura de Paul Durand-Ruel y sus relaciones profesionales y personales con estos artistas.

Por un lado, dar a conocer al gran público la figura del extraordinario marchante y mecenas que fue Durand-Ruel, que protegió el arte de su época tanto desde su galería parisina como desde las sedes que abriría posteriormente en Nueva York, Londres o Bruselas.

Un mecenas visionario

Pierre-Auguste Renoir. Paul Durand-Ruel, 1910. Photo Archives Durand-Ruel © Durand-Ruel & Cie.
Pierre-Auguste Renoir. Paul Durand-Ruel, 1910. Photo Archives Durand-Ruel © Durand-Ruel & Cie.

Hasta bien avanzado el siglo XIX, el principal escaparate para la promoción de los artistas en Francia era el Salón de París, una gran exposición de arte en la que un jurado de formación académica aceptaba las piezas que se exhibirían y, por tanto, dichas obras respondían al gusto oficial. Esta situación provocaba que muchos creadores se vieran excluidos del mercado artístico, hasta que, a partir de la década de 1870, la creciente presencia de galerías y marchantes cambió por completo las reglas del juego, y Paul Durand-Ruel contribuyó de modo fundamental a ello.

El galerista supo conciliar el amor por el arte propio de un mecenas con el de un hombre de negocios. Sus firmes creencias, sus gustos y la afinidad que le unía a los pintores bajo su protección fueron determinantes en el triunfo del impresionismo, a pesar de recibir fuertes críticas por ello, tal y como compartiría él mismo: “Fui tratado como un loco y una persona de mala fe”.

Paul Durand-Ruel compró 12.000 cuadros a lo largo de toda su trayectoria y muchos de ellos decoraban la Rue de Rome, su propio hogar. Como hombre de negocios, mantenía su casa abierta al público los martes de 14h a 16h, el mismo día en que los museos estaban cerrados.

Visionario y audaz, creó métodos de trabajo muy innovadores para la época. Dentro de las estrategias de marketing empleadas por Paul Durand-Ruel estuvo su relación con los museos: vendía a precios muy reducidos e incluso regalaba obras a estas instituciones a cambio de la publicidad que, a su juicio, las piezas recibían por estar expuestas en estos centros, lo que a su vez era una oportunidad para atraer nuevos clientes. Este método tuvo especial éxito con el grupo formado por Moret, Loiseau y d’Espagnat –“sus jóvenes”, como les llamaba–.

Para un artista, asociarse con Paul Durand-Ruel a finales del siglo XIX era sinónimo de seguridad económica y reconocimiento. El propio mecenas comprendió rápido la importancia de las relaciones personales con los artistas, a quienes creaba una cuenta corriente para los creadores con la que podían comprar material, pagar el alquiler, los desplazamientos y otros cargos. Un compromiso que, tras su fallecimiento en 1922, sus hijos continuaron con las siguientes generaciones hasta el cierre en 1974 de su última galería, ubicada en París.

Gustave Loiseau, la luz del paisaje

Gustave Loiseau. Étretat, l'Aiguille et la Porte-d'Aval, 1902. Photo Archives Durand-Ruel © Durand-Ruel & Cie.
Gustave Loiseau. Étretat, l'Aiguille et la Porte-d'Aval, 1902. Photo Archives Durand-Ruel © Durand-Ruel & Cie.

En 1890, animado por uno de sus profesores, Gustave Loiseau viajó de París a Pont-Aven, en la Bretaña francesa, donde se hizo amigo de Henry Moret y Maxime Maufra. 

Si bien todos se relacionaron con Paul Gauguin, frente al estilo sintetista y el cloisonismo que este creó junto a Émile Bernard y Paul Sérusier, Loiseau prefirió el dinamismo de la pincelada impresionista. Aunque en sus primeras obras, como Las rocas verdes, se aprecian ciertos ecos de estas tendencias: en la fuerza del color, en los tonos más puros y en la simplificación del modelado.

La representación del paisaje es una parte importante de la obra de Loiseau, con el río Sena, las costas de Bretaña y el Canal de la Mancha como protagonistas. Se diferencia de sus coetáneos por trabajar a horas tempranas o a la caída de la tarde, concediendo así un destacado protagonismo a los efectos atmosféricos. El blanco puro de las nubes salpica el azul del cielo en Tournedos-sur-Seine, y la bruma predomina en El Eure helado, o en Étretat, L’Aiguille y la Porte d’Aval. Su cercanía al impresionismo se muestra también en las bulliciosas escenas de la vida urbana de París o Ruan, ciudades que pinta en distintas estaciones y fechas, como hicieron sus maestros.

En 1897, Paul Durand-Ruel comenzó a comprar obras a Gustave Loiseau, y al año siguiente le brindó la oportunidad de protagonizar su primera exposición, con gran éxito. En 32 años de colaboración, el marchante llegó a adquirir más de 1.100 obras del artista y le organizó un total de nueve exposiciones individuales. En 1900 Loiseau expuso en la galería de Durand-Ruel en Nueva York junto a sus amigos Henry Moret y Maxime Maufra.

Maxime Maufra, las costas de Bretaña y Normandía

Maxime Maufra. Le Bateau à la côte, Morgat, 1902. Musée d’Art Moderne André Malraux-MuMa, Le Havre. © MuMa Le Havre / Florian Kleinefenn
Maxime Maufra. Le Bateau à la côte, Morgat, 1902. Musée d’Art Moderne André Malraux-MuMa, Le Havre. © MuMa Le Havre / Florian Kleinefenn

Maxime Maufra queda deslumbrado por la obra de William Turner durante un viaje de juventud a Londres en 1883. Su trabajo se centra en representar el paisaje costero de Bretaña y Normandía.

En 1890 decide centrarse en su carrera artística y abandona el negocio familiar para instalarse en la Bretaña. Inseparable de Gustave Loiseau y Henry Moret, con quienes recorre las costas bretonas, trata de capturar lo que veía a su alrededor en toda su plenitud.

En sus composiciones, fuertemente estructuradas, en las que apenas aparece la figura humana, la mirada de Maufra se detiene con frecuencia en las rocas y el mar, deja poco espacio al cielo, como en Los tres acantilados de Saint-Jean-du-Doigt, en Rocas en Belle-Île-en-Mer o en Holborn Head (Scrabster), bahía de Thurso (Escocia). Maufra también quiere mostrar la sencillez de las costumbres y la pureza de la vida bretona a través de las labores de pesca, o la modernidad de París manifiesta durante la celebración de la Exposición Universal de 1900.

Maxime Maufra conoce a Paul Durand-Ruel en 1894 y, dos años después el marchante le organiza una primera exposición en su galería de París. En 19 años de relación entre ambos, el galerista le compra 700 obras y le organiza siete exposiciones en sus sedes de París y Nueva York.

Henry Moret, maestro del rosa y el verde

Henry Moret. L’île de Groix, c. 1898. Photo Archives Durand-Ruel © Durand-Ruel & Cie.
Henry Moret. L’île de Groix, c. 1898. Photo Archives Durand-Ruel © Durand-Ruel & Cie.

Formado en París, Henry Moret se inspira en la Escuela de Barbizon y la pintura de paisajes. Pero a partir de 1888, tras instalarse en Pont-Aven, comienza a introducir temas bretones en sus trabajos, plasmados mediante colores planos y contornos definidos, en consonancia con las teorías del sintetismo. De estos años destacan Prado en Bretaña o La recolección del heno, obras en las que aparecen ya el rosa y el verde que caracterizarán su paleta.

Tras su encuentro con Durand-Ruel, Moret decide reducir el tamaño de sus lienzos y suavizar su paleta de color para dar mejor salida comercial a sus trabajos, que evolucionan progresivamente hacia un estilo cada vez más impresionista.

Moret centra la mayor parte de su obra en las costas y las islas de Bretaña. En 1894 se instala en una casa frente a una ría desde donde puede contemplar las actividades del puerto de pesca. En sus composiciones se realza lo efímero: el cambio de luz a lo largo del día o a las tonalidades variables con el cambio de las estaciones. Son buen ejemplo de ello Trou de l’Enfer, isla de Groix; La isla de Groix o El puerto de Brigneau.

En 1895 Paul Durand-Ruel se interesa por la obra de Henry Moret, con el que establece una colaboración de casi 20 años en los que el marchante le organizó seis exposiciones individuales, dos de ellas en su galería de Nueva York. En total llegó a comprarle más de 600 obras.

Albert André, talento polifacético

Albert André. La Tonnelle, c. 1926. Musée d’Orsay, París. Donación del conde Jean d’Alayer, 1954. Photo © GrandPalaisRmn (musée d'Orsay) / Franck Raux
Albert André. La Tonnelle, c. 1926. Musée d’Orsay, París. Donación del conde Jean d’Alayer, 1954. Photo © GrandPalaisRmn (musée d'Orsay) / Franck Raux

 

Pintor, decorador, dibujante, ilustrador y conservador de museo, además de primer biógrafo de Auguste Renoir. Albert André se aleja de la estética impresionista en favor de las escenas de género y la pintura decorativa.

En un primer momento su obra se aproxima a la de pintores nabis como Maurice Denis, Pierre Bonnard y Édouard Vuillard, con quienes se relaciona en la última década del siglo XIX y de quienes adopta el sintetismo y la exaltación del color. Este carácter decorativo se aprecia en Mujer con pavos reales.

Como decorador, André recibe el encargo de Joseph Durand-Ruel de pintar las puertas del comedor de su apartamento de París. En la exposición de Fundación MAPFRE se pueden ver estos paneles pintados por André y Georges D’Espagnat en su aspecto original.

Más adelante, su obra revela una inquietud más intimista, que se traduce en escenas familiares o de interior, como en Mujer aseándose o en Interior con piano y violín. Con el paso de los años, la pincelada de André se vuelve más pausada y, a partir de 1917, se centra en la plasmación de paisajes mediterráneos y escenas de la vida cotidiana en las que predominan los verdes y rosa pastel, como se aprecia en El cenador o en Montmartre visto desde el taller de Clichy.

Más de seis décadas de relación unen la galería Durand-Ruel con Albert André. A lo largo de este tiempo el marchante llega a comprarle cerca de 800 obras y le organiza 16 exposiciones en sus sedes de París y Nueva York.

George d'Espagnat, entre el impresionismo y el fauvismo

Georges d’Espagnat. La Gare de banlieue, c. 1896-1897. Musée d’Orsay, París. Donación de Bernard d’Espagnat, hijo del artista, 1979. © Georges D' Espagnat, VEGAP, Madrid, 2024
Georges d’Espagnat. La Gare de banlieue, c. 1896-1897. Musée d’Orsay, París. Donación de Bernard d’Espagnat, hijo del artista, 1979. © Georges D' Espagnat, VEGAP, Madrid, 2024

Georges d’Espagnat prefirió las escenas de género e interiores al paisaje. Pintor autodidacta, sus obras son el fruto de un arte libre, lleno de fuerza y heredero del impresionismo, tal y como se aprecia en La locomotora.

Sus pinturas pasaron con el tiempo a adquirir un carácter cada vez más decorativo, en la línea de los nabis, como Tarde de otoño, Cala en Le Lavandou o Las riendas. En estas obras se aprecia cómo el artista empleó colores vivos e intensos, adelantándose así a algunos de los objetivos de los pintores fauvistas.

Aunque la paleta de D’Espagnat se atempera tras sus viajes al sur de Francia desde finales del siglo XIX, donde visitó con frecuencia a Auguste Renoir. Allí, la luz y la atmósfera a orillas del Mediterráneo eran muy distintas de las norteñas. Obras como Simone o La reprimenda, de composición fuertemente construida, con pocas figuras y fondos simplificados, muestran el camino progresivo de D’Espagnat hacia un mayor intimismo. El retrato de su hijo Bernard dormido nos recuerdan a Renoir en su última etapa.

Paul Durand-Ruel conoció a Georges d’Espagnat tras contemplar su obra en la galería de Le Barc de Bouteville en 1894. Cuatro años después, le organizó su primera exposición individual en su galería de la rue Lafitte de París. En 20 años de colaboración, el marchante adquirió 500 obras del artista y le organizó siete exposiciones. Su colaboración se interrumpió en 1920, cuando el pintor rechazó la cláusula de exclusividad que le unía al galerista.

Paul Durand-Ruel creyó firmemente en el arte de estos cinco postimpresionistas cuyas obras podéis admirar en Fundación MAPFRE hasta el 5 de enero de 2025. Una oportunidad para conocer a Paul Durand-Ruel y los últimos destellos del impresionismo en la Sala Recoletos (Paseo de Recoletos, 23. Madrid) que no podéis perderos.

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