Gran Vía Madrid
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Los secretos mejor guardados de la Gran Vía

Secretos y anécdotas que han marcado la historia de la emblemática calle madrileña

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A pesar de ser una de las calles más conocidas y transitadas por los madrileños, la Gran Vía ha conseguido aglutinar un nutrido y desconocido cúmulo de historias, curiosidades y chascarrillos en poco más de un siglo de historia. La calle de las tiendas, de los cines y de los teatros fue también objeto de las protestas de quienes se oponían a su construcción, ejerció como escenario de una pintoresca corrida de toros y constituyó un auténtico quebradero de cabeza para los carteros del siglo pasado.

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Un símbolo de renovación

La idea de construir una amplia avenida que atravesara el centro de Madrid a modo de gran bulevar que conectara los nuevos ensanches de Argüelles y Salamanca, que descongestionara y saneara el corazón de la ciudad, se remonta a 1862, coincidiendo con el fin de la reconstrucción de la Puerta del Sol. Sin embargo, tuvo que transcurrir cerca de medio siglo hasta que, el 4 de abril de 1910, el proyecto comenzara a materializarse oficialmente con el primer golpe de piqueta del rey Alfonso XIII, que simbolizaba el derribo del primer edificio, la Casa del Cura, situada junto a la Iglesia de San José. Se estima que el coste total de las obras de la vía, que se extendieron hasta 1931, se elevó hasta los 29 millones de pesetas.

Un origen envuelto en polémica

Precisamente a la demolición y desaparición de múltiples construcciones y calles existentes se atribuye en buena parte el retraso de la puesta en marcha de la nueva arteria madrileña. Aunque hoy en día nadie lo cuestiona, en su momento el proyecto generó una oleada de protestas por la expropiación de propiedades a comerciantes y vecinos de la zona, el derribo de más de 300 inmuebles y la desaparición completa de 14 calles. Entre los edificios demolidos para llevar a cabo las obras destacan ejemplos como el palacio Masserano, lugar de residencia de Víctor Hugo en su infancia y posterior sede de El Heraldo de Madrid; la casa del Ataúd, entre las calles Caballero de Gracia y San Miguel, que debía su nombre a la estrechez y forma de su fachada; el antiguo Colegio de Niñas de Leganés o el palacio de la duquesa de Sevillano.

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¿Por qué no está construida en línea recta?

Los planos iniciales de José López Sallaberry y Francisco Andrés Octavio contemplaban que la Gran Vía se construyera como una ancha avenida que cruzara el centro urbano en línea recta, con la consiguiente demolición de los edificios que ocupaban esa zona. Sin embargo, la existencia de tres iglesias – la parroquia de San José, el Oratorio del Caballero de Gracia y la iglesia de San Francisco de Borja, desaparecida años más tarde- hizo que los arquitectos consideraran modificar el trazado rectilíneo original, que quedaría finalmente desviado a la altura de Callao, permitiendo que los tres templos se salvaran de ser derruidos.

La calle de los mil nombres

Aunque a nadie se le ocurriría llamarla hoy de otra manera, lo cierto es que la Gran Vía no se denominó oficialmente como tal hasta 1982. Y es que la calle fue progresivamente bautizándose a medida que se iban construyendo e inaugurando los sucesivos tramos que la componen, de manera que el primero de ellos, entre la Calle Alcalá y la Red de San Luis, adoptó inicialmente el nombre de Avenida de Conde de Peñalver; el segundo, entre la Red de San Luis y la plaza del Callao, se denominó Avenida de Pi y Margall, mientras que al tercero, entre esta última plaza y la de España, se le llamó Avenida de Eduardo Dato. Unos nombres que, sin embargo, tuvieron los días contados, ya que con el estallido de la Guerra Civil, el primero de los tramos pasaría a denominarse calle de la CNT, el segundo se conocería como Avenida Rusia y el tercero como Avenida México. Pero los cambios no terminaron ahí. Al concluir la contienda, el nuevo régimen acordó dar al conjunto de la calle el nombre de Avenida de José Antonio, denominación que adoptó hasta su sustitución definitiva por la actual a principios de los años ochenta.

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Una pesadilla para los carteros

Pero no fueron solo sus variables apelativos los que hicieron que la Gran Vía se convirtiera durante el siglo pasado en una pesadilla para el gremio de los carteros. En 1917, la inauguración del segundo tramo de la calle llevó consigo la alteración de la numeración de la avenida, que inicialmente comenzaba en la confluencia con la Calle Montera y finalizaba en la esquina con Alcalá. Con apertura de la entonces conocida como Avenida de Pi y Margall, este último extremo se transformaba en el más cercano a la Puerta del Sol, lo que exigía que la numeración de toda la calle partiera de él, en cumplimiento con la normativa municipal.

Una calle moderna y pionera

Desde que era tan solo un proyecto, la Gran Vía constituía ya en el imaginario colectivo un símbolo y un emblema de la modernidad. Como muestra, en la recién estrenada avenida se situaron algunos de los edificios más innovadores y rompedores de las primeras décadas del siglo XX, como el que, con sus 90 metros de altura, se convertiría en 1930 en el primer rascacielos de España y uno de los primeros de Europa: la sede de la Compañía Telefónica Nacional de España. Muy cerca de allí, en el número 32, el rey Alfonso XIII inauguraba pocos años antes los primeros grandes almacenes de la capital, promovidos por la Sociedad Madrid-París, un espacio que a día de hoy sigue de plena actualidad tras albergar el buque insignia de Primark en España.

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Una vía inundada de emblemas

Pocas calles como la Gran Vía pueden presumir de contar con un número tan alto de edificios de renombre. Muchos de ellos han ido variando sus usos y funciones con el transcurso del tiempo, como el Palacio de la Música, el cine Avenida o el edificio España, mientras otros parecen inmunes al paso de los años, como el edificio Metrópolis, coronado por una Victoria alada, o el Carrión, con su cartel luminoso como icono inconfundible. Junto a ellos, encontramos también locales que han desafiado a crisis y calendarios como el Museo Chicote, inaugurado en 1931, o la joyería Grassy, fundada en 1952, testigos de excepción de la historia reciente de la ciudad.

¿Una corrida de toros en la Gran Vía?

Corría el año 1928 cuando la popular arteria madrileña vivía uno de sus capítulos más surrealistas. Era primera hora de la mañana cuando un toro de lidia conseguía escapar de sus cuidadores, en el barrio de Carabanchel Bajo, huyendo en dirección al centro de la ciudad y sembrando el pánico entre los madrileños que encontraba a su paso. Según narran las crónicas de la época, a pesar de los intentos de los vecinos y fuerzas de la autoridad por detenerlo en su periplo, el animal subió por la cuesta de San Vicente, atravesó la plaza de España y llegó a la Gran Vía, dejando varios heridos a su paso. Por casualidades de la vida, por la zona paseaba el torero Diego Mazquiarán, más conocido como Fortuna, que utilizando su abrigo como muleta ofreció un improvisado espectáculo taurino, que culminó con la muerte del animal y el alivio de los vecinos.

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Musa para el arte

La Gran Vía ha sido fuente de inspiración para el mundo del arte incluso antes de ser una realidad. Precisamente fue su controvertido plan de construcción el que motivó la composición de la célebre zarzuela del mismo nombre a cargo de Federico Chueca en 1886, casi un cuarto de siglo antes de que se colocara la primera piedra. A través de sus creaciones, a la Gran Vía rendirían también homenaje cantantes como Antonio Flores, pintores como Antonio López o cineastas como Edgar Neville, José Luis Garci, Alejando Amenábar o Álex de la Iglesia, a través de escenas míticas de ‘El último caballo’, ‘El crack’, ‘Abre los ojos’ o ‘El día de la bestia’

De la Gran Vía al cielo

Sus cines, teatros y tiendas llenan de vitalidad y color su superficie, pero la Gran Vía es una arteria que se disfruta también desde el aire. Son varias las azoteas que ofrecen unas vistas incomparables del conjunto de la calle y que permiten contemplar más de cerca las numerosas estatuas que adornan el skyline de la vía. Entre ellas encontramos la terraza del Hotel The Principal, abierta entre abril y octubre, en la que disfrutar tanto de una cena como de un buen cóctel; la terraza 360 grados del restaurante Nice to meet you, en la planta 14 del Dear Hotel, o el espacio Gourmet Experience, en la última planta de El Corte Inglés de Callao, donde disfrutar de una increíble panorámica de la vía mientras se compran o degustan productos gourmet.

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