Este es el centro de masajes y bienestar wellness de Chueca que, con un diseño tan ideal y un interiorismo tan cuidado, te sumergen en algún lugar perdido (y muy relajante) de la Antigüedad. Y aunque todo gira en torno al agua, no tiene nada que ver con un spa urbano (al menos no tal y como los conocemos). Se llama Halmma y es el hermano pequeño de Hamman Al-Andalus (todo un icono de la calle Atocha), pero su rollo es otro. Aquí se "crea un nuevo concepto de servicio que se aleja del concepto spa", mucho más cosmopolita y menos moruno que un hamman tradicional.
Basta poner un pie en su recibidor para comprender que su propuesta rompe con todos los conceptos de masajes habituales. Un espacio diáfano, con estética de derribo, muy alejada del diseño industrial pero muy cercana a la de la artesanía (pared de ladrillo original recuperado, guijarros y lascas de pizarra, piezas de cobre traídas de diferentes partes del mundo, un tronco de madera rescatado de un viaje a la deriva en el mar...), capaz de envolverte en una atmósfera mucho más profunda, casi histórica, y, sin embargo, cosmopolita. Eso por fuera, porque por dentro, todo gira en torno al agua y sus sensaciones, provocando una experiencia sensorial de lo más íntima que se disfruta en privado (individual o en compañía). Y esa es la gran novedad frente a otros spas en los que la experiencia se organiza en torno a un circuito compartido.
Las cabinas son estancias oscuras (paredes de ladrillo y suelo de cemento con una iluminación muy suave y ténue) más parecidas a una cueva húmeda que a un habitación con camilla (sustituida por una estructura de piedra). Y el masajista, un anfitrión al servicio del usuario, que es quien elige el tipo de tratamiento (a elegir entre tres, y todos con el agua como elemento principal). Antes, un baño en una pileta instalada en la propia habitación, con vistas a un patio interior, el perfecto aperitivo a una experiencia de calma y serenidad única, y a la altura de las expectativas, que durante una hora y media te hace olvidar lo que hay al otro lado de estas paredes levantadas en el corazón del Chueca.