1. Moverse (y aparcar) es coser y cantar
¿Te acuerdas de aquella escena en la que Eduardo Noriega corría por una Gran Vía en la que no había un alma? Pues no: haciendo honor a la verdad, la cosa no es para tanto. Pero ni falta que nos hace, porque la ciudad está mucho más transitable en este momento del año sin haber perdido su encanto ni animación naturales. La ventaja ahora es que llegar a los sitios es mucho más fácil. Podrás comprobarlo tú mismo en cuanto cojas el coche y te plantes en el trabajo o en tus citas en un plisplás. De ahí también, otra consecuencia maravillosa: aparcar es coser y cantar. Además, los parquímetros sólo funcionan hasta las 15 h de lunes a sábado. Y si te apetece probar otras maneras de moverte, como la bicicleta, no hay mejor momento que agosto para empezar a hacerlo y pillarle el tranquillo.