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Pocas mesas, mucha tranquilidad y un buen puñado de plantas y árboles. Sobre estos mimbres y a un paso de los grandes museos de la capital, se esconde pero también se luce la cocina de Joaquín Felipe, un chef de largo recorrido, de buena mano, fogueado en mil y una cocinas. La propuesta culinaria no falla. El ambiente tampoco. Todo resulta agradable en esta terraza verde y oculta que vuelve a estrenarse para la temporada estival. Un rinconcito cerca pero al mismo tiempo lejos del ir y venir de turistas y madrileños que pasean por la zona.
El espacio se encuentra dentro del hotel Trapestry Collection by Hilton pero no hace falta ser huésped para reservar mesa en este comedor al aire libre que tiene la misma carta que el restaurante interior. Así que puedes empezar con las fabulosas croquetas de pollo rustido y una ración de embutido (sea una cecina, un jamón ibérico) y terminar con una crème brûlée hecha en casa.
Más allá de la selección de entrantes y una generoso apartado carnívoro (hay chuleta madurada, un solomillo Chateaubriand e incluso un imponente jarrete de ternera), la carta de Atocha 107 también presenta platos tradicionales de cuchara aligerados y acomodados para que luego puedes seguir paseando, algún pescado del día y un arroz cremoso (que no meloso) de calamar y carabinero. Vamos, que puedes pasarte en plan light o para darte un homenaje.
Aquí te puedes colar simplemente a tapear algo o a desayunar. Porque este mismo espacio, por recogido que sea, cuenta con varias mesas altas para esos planes más improvisados e informales. O puedes venir y, para no pensar mucho, pedir su menú degustación (60 euros con dos entrantes, pescado, carne, prepostre, postre, vinos de madrid para acompañar y un café para cerrar). Un acierto si buscas un lugar para comer por los alrededores de la estación Atocha y no caer en las grandes cadenas fastfood y todas esas franquicias que hay por la zona.