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Pedro Almodóvar: "No me importaría terminar mis días como John Huston: en silla de ruedas ¡pero rodando!"

Hablamos con nuestro cineasta más célebre, ganador del León de Oro en la pasada edición del Festival de Venecia por 'La habitación de al lado' (estreno: 18 octubre)

Àlex Montoya
Escrito por
Àlex Montoya
Editor de cine
El Deseo
EL DESEO – Fotos: Iglesias Más
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Levantar el León de Oro en Venecia augura grandes cosas para esta La habitación de al lado, que viene a confirmar una etapa de austeridad creciente, de depuración estilística, en el cine de Pedro Almodóvar (Calzada de Calatrava, 1949). No debería extrañarle a nadie que la película, un canto a la amistad más profunda, y un contundente alegato en favor del derecho a la eutanasia, consiga acumular un puñado de nominaciones al Oscar. Pero no utilizaremos aquí ni dotes de adivino ni bolas de cristal para predecir el futuro.

Importa el presente, y este nos dicta que el primer largometraje rodado en inglés por el cineasta manchego, tras sus dos experiencias en el campo del corto (La voz humana y Extraña forma de vida), supone un salto adelante en términos creativos: con Tilda Swinton y Julianne Moore como cómplices imprescindibles, La habitación de al lado (estreno en cines 18 octubre) narra la recta final de la vida de una mujer enferma de cáncer terminal que decide acelerar el proceso natural, y ahorrarse un terrible sufrimiento, con una pastilla comprada en el mercado negro. También narra las dudas iniciales y el proceso que vive una vieja amiga a la que pide un último y complejo favor: que la acompañe, que esté cerca cuando se disponga al paso definitivo que no quiere dar sola. 

Pedro Almodóvar nos recibe días después de llevarse el máximo galardón veneciano, y pocos días antes de que el Festival de San Sebastián le entregue el Premio Donostia como dorado regalo de su 75 cumpleaños. La entrevista tiene lugar en su oficina en la productora El Deseo, decorada con algunos de los galardones que ha recibido en cinco décadas de trabajo, y con muchísimas fotos que permiten hacer un rápido recorrido por los hightlights de una carrera incuestionable e incomparable.

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EL DESEO – Fotos: Iglesias Más

¿Cómo vives los momentos previos al estreno, la promoción y demás?

Es parte del trabajo. No es que lo haga simplemente por obligación, pero la parte creativa para mí se termina en el momento en que mezclamos la película. Entonces todo lo demás es el compromiso que uno tiene con la industria. Y según pasa el tiempo... hombre, yo recuerdo cuando era jovencillo, al principio te hace más gracia, bromeas más sobre las entrevistas, y según va pasando el tiempo, pues bueno, lo haces lo mejor que puedes, para que tu trabajo se entienda mejor, etc. Pero te quita mucho tiempo. A mí cuando se juntan demasiadas promociones y hay un momento que no tengo un día para respirar, tengo que tener cuidado porque me empiezo a sentir como... no quiero decir deprimido, pero sí me siento como un administrativo que estuviera contratado por una empresa que se llama como yo y que habla de mis cosas. Pero vamos, no pensemos en ello porque todavía no he llegado a ese punto.

Lo preguntaba porque hace poco te oí decir que ahora mismo tu vida se reduce solamente a hacer películas. Y en La habitación de al lado, el personaje de John Turturro explica que cada vez le interesan menos cosas. No sé si hablas a través de él y te estorba cualquier cosa que se aparte de lo creativo.

Lo que pasa es que prefiero no caer en neurosis y aceptar cosas que forman parte de mi trabajo. No son las que he decidido, porque lo mío es escribir y rodar películas, pero en el momento en que se terminan, esa película entra en el mercado, y entonces ahí tienes que defenderla, explicarla, etc. Es verdad que con el tiempo se reducen los intereses de un modo natural. Yo ahora mismo no puedo estar una noche de juerga y, al día siguiente, pretender tener la cabeza en mi sitio para seguir trabajando. Entonces, hay algunos aspectos de la vida que, por una cuestión puramente física, tienes que reducir. Ya no tengo 20 años. Echo de menos que entonces, en los años 80, el tiempo me daba para todo. Me daba para rodar, me daba para salir, me daba para todo. Y ahora me dedico casi exclusivamente a hacer cine. Creo que es algo natural.

No vivo esto como un sacrificio. Pero sí, a partir de un poco más de los 50... tienes que elegir a qué vas a dedicar tu tiempo. Y yo he elegido a hacer cine

¿Puede ser que ceñirse a la esencia de las cosas se traduzca, en la película, en la austeridad formal de la que todos hablamos? La habitación de al lado es extraordinariamente contenida...

Tiene que ver con todo. Estilísticamente, mi cine es muy barroco, muy exagerado. Pero llega un momento también en que superas esa época. Y entonces, a mí ahora mismo me resulta más atractiva la contención en la narración que el barroquismo. Sobre todo porque ya lo he hecho. También es cierto que creo que era el tono que mejor se ajustaba para hablar de la muerte y de dos personas que conviven con ella. No quería caer en melodramatismos o sentimentalismos. Esa austeridad y esa contención de las que hablas pertenecen al tono que he decidido, también porque es algo nuevo para mí. Y en mi vida... llega un momento en el que acabas eligiendo entre trabajo y salud, o excitación y emociones grandes. Y en este momento yo he elegido el trabajo y la salud. Afortunadamente yo he tenido siempre una vocación absoluta. Entonces nada me ha hecho dudar. No vivo esto como un sacrificio. Pero sí, a partir de un poco más de los 50... tienes que elegir a qué vas a dedicar tu tiempo. Y yo he elegido a hacer cine.

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EL DESEO – Fotos: Iglesias Más

Diría que, a partir de Dolor y gloria, hay un cambio en tu cine. Y también un interés por la muerte que, en esta película, es el tema central. ¿Por qué?

Primeramente porque es un tema que yo no tengo resuelto. Tengo más de 70 años, o sea, ya podría... Y, además, sobre todo porque la muerte se te demuestra todos los días, mires donde mires. Pero es un asunto que todavía no llego a aceptar mentalmente. Como el personaje de Julianne Moore. Existe, hay miles de pruebas diarias de que existe, pero yo no acabo de aceptar que algo que está vivo de pronto desaparezca de la noche de la mañana. Supongo que es una mentalidad un poco infantil. Y no es bueno porque te hace vivir la vida con cierta angustia. No te diría que esté angustiado todos los días, pero cada día que pasa, en vez de pensar que es un día más que he vivido, lo que pienso es que es un día menos que me queda. Entonces no es un pensamiento positivo, por eso hago películas como esta, a ver si cambio de mentalidad.

Y en este sentido, ¿ayuda mirar a la muerte de frente con una película como esta?

Sí, ayuda. Haciendo la película, sobre todo a partir del momento en que las dos protagonistas se van a la casa del bosque, yo lo recuerdo de un modo muy vivo: éramos ellas dos, Tilda y Julianne, y yo, pero la muerte era un cuarto personaje que estaba entre nosotros. Y te impregnas de esa presencia. Y en el caso de Julianne, su personaje cambia, cambia mucho, con respecto a la muerte. Y así se lo explica a John Turturro cuando están hablando en el restaurante. Yo también me he familiarizado, me he acostumbrado a la idea, durante esta segunda parte del rodaje. No creo en la reencarnación, pero incluso me da la impresión de que, en cierto modo, el personaje de Tilda se reencarna en su hija. En fin, creo que he avanzado en ese camino, pero todavía me queda una parte por recorrer.

Has hecho una película minimalista y austera, pero tengo la sensación de que también tiene un punto muy luminoso.

Sí, yo no quería hacer una película lúgubre, ni gore, sino, y afortunadamente, al tener el personaje de Tilda, que es tan vital, quería que la película tuviera esa vitalidad, y que el hecho de que decida morirse sea un síntoma de vitalidad y de que ella sigue siendo dueña de su vida. En eso sí me preocupé, de que los decorados, los colores, propiciaran una película luminosa.

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EL DESEO – Fotos: Iglesias Más

Tú estudiaste en los Salesianos, hablaste de ello sobradamente en La mala educación. Y, al hablar de la muerte, siempre te dan el comodín de la otra vida...

Desde luego, tener fe es una ayuda, es un apoyo enorme. A mí me encantaría tener fe. Pero la fe no es algo que puedas aprender. Es un don, o lo tienes o no lo tienes. Y el hecho de haber sido educado en un colegio de curas es el mejor modo para hacerte ateo, por las cosas que ves de edad, aunque seas un niño, y en mi caso, en los primeros años del colegio, ya pensé que Dios no se me manifestaba y que no lo veía por ningún lado. Pero, sobre todo, viendo cómo se comportaban sus ministros, que creo que es lo peor... porque la idea de la religión católica es fantástica, es poética, es preciosa. Yo era cantante del coro, con lo cual, toda esa parte teatral que tiene la religión, la vivía de un modo muy intenso. Pero después, sus ministros son los que no acaban de comportarse como deberían.

Creo que el derecho tanto a la vida como a decidir irte, son derechos fundamentales. Hay que verlos desde la humanidad y no desde la política o una creencia religiosa

Uno de sus dogmas enfrenta a la iglesia católica a la idea de la eutanasia. Un policía, fanático religioso se dice en el filme, lo ejemplifica bien.

Adueñarte de tu vida, ser tú el que decides, es una especie de enfrentamiento al pensamiento religioso, que naturalmente opina que Dios es el que da la vida y por lo tanto es el único que tiene derecho a quitarla. Entonces tú ya atentas directamente con algo que es muy importante para los creyentes. Pero yo les pediría a esos creyentes que, para los que no lo somos, o los que sí lo son, y ante una enfermedad terminal deciden acabar con su vida, que lo respeten. Porque esa es una decisión personal que no afecta a nadie más. Porque yo creo que el derecho tanto a la vida como a decidir irte, son derechos fundamentales del ser humano. Y hay que contemplarlos desde la humanidad, y no desde la política, o desde una creencia religiosa. No, meramente desde la humanidad. Y saber que lo que estás haciendo es abreviar el dolor de esa persona, porque lo contrario es prolongarlo.

Una película como esta tiene mucho de compromiso ético.

Totalmente, yo soy defensor de la eutanasia. Me parece además que es un problema muy importante en el mundo entero. Pero incluso en España, donde tenemos una ley de eutanasia, y su articulación tiene que ser en base a un médico que certifique la enfermedad y a la voluntad del paciente, ocurren situaciones como la de esa chica en cuyo derecho a morir están interviniendo abogados y el padre, que es ultracatólico. No conozco el caso a fondo, pero me parece que no deberían intervenir ni la familia ni abogados, mucho menos ultracatólicos, porque entonces esa ley se queda en nada. La ley se queda en una no ley.

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©EL DESEO – Fotos: Iglesias Más

A ese compromiso respecto a la eutanasia cabe sumarle otros apuntes que se hacen en La habitación de al lado sobre asuntos como el cambio climático o el auge de la extrema derecha. Tu posicionamiento sociopolítico, en tus películas o en tus declaraciones, es inequívoco. ¿Cuán importante es para ti manifestar públicamente tus ideas?

Hombre, claro que me posiciono, y sobre todo en temas tan importantes como el cambio climático, la extrema derecha o la inmigración. De lo contrario me sentiría prisionero de la corrección política. Para mí es importantísimo, como ciudadano, y más allá de que sea cineasta, decir lo que pienso. Pensar que un artista no debe pronunciarse o que debe ser apolítico, es estar castrándole. Todo individuo tiene derecho a decir lo que piensa, y si eres artista, pues también. Lo que pasa es que tu trabajo va dirigido al público, y no a un público concreto sino general, y evidentemente existe el miedo de que la mitad del público que no piensa como tú no vaya a ver tus películas. No es que yo no cuente con esas consecuencias, pero actúo libremente. Y el resto de la gente también debe actuar libremente, y si no quieren ver mi película, pues que no la vean. Tenemos que convivir los que pensamos de un modo y los que piensan de otro. En la misma ciudad, en el mismo país... Es que la polarización que ahora mismo vivimos es peligrosísima para la sociedad, peligrosísima porque lo crispa todo, porque lo saca todo de quicio. Que los políticos no puedan debatir con cierta mesura, es un problema enorme para nosotros, porque al final nos representan.

No me gusta tener que mirar atrás y me produce cierta melancolía que me den un premio honorífico porque inevitablemente te obliga a ello

La habitación de al lado se llevó el premio gordo en Venecia. Pero casi al mismo tiempo has recibido un Premio Donostia y, en 2009, te dieron un León de Oro honorífico. ¿Cómo se viven los reconocimientos a una carrera cuando esta sigue viva?

Esos premios coinciden muchas veces con un momento ya crepuscular de las personas. Me acuerdo, por ejemplo, de cuando le dieron el Premio Donostia a Bette Davis, y se murió a la semana. O sea, vino realmente agonizante, y tuvo lo que hay que tener para salir al escenario y dar la imagen que el público tenía de ella, fumando de un modo casi militante a pesar de tener cáncer. Pero creo que no va quedando tanta gente muy mayor y han rebajado la edad, porque a mí, en efecto, me dieron el León de Oro a toda mi carrera, pero sigo en activo y después de eso he hecho dos películas, dos cortos, etc. Entonces, lo que sí es cierto es que te obliga a reflexionar en lo que ha sido tu carrera y lo que ha sido tu vida también relacionada con esa trayectoria. Por eso, fíjate, yo los premios los agradezco de todo corazón y además se los dedico, como tiene que ser, a toda la gente que ha trabajado conmigo. Pero no me gusta el hecho de tener que mirar atrás y me produce cierta melancolía que me den un premio honorífico porque inevitablemente te obliga a mirar atrás. Y a mí generalmente no me gusta mucho mirar lo que he hecho o reflexionar sobre ello...

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EL DESEO – Fotos: Iglesias Más

Pues voy a aprovechar la coyuntura: cuando empezabas, ¿te podías imaginar todo lo que ha venido?

¡No, nunca! Pero nunca. Ten en cuenta, yo llego a Madrid en el año 1970, absolutamente solo, sin un duro y sin amigos. No conocía a nadie. Y con la loca idea de convertirme en director. Eso es lo más parecido a un milagro, porque no se daban ni las condiciones, ni las circunstancias, que eran las contrarias para llegar a hacer cine. Pero sin embargo, mi vocación era muy firme. Empecé a trabajar en Telefónica y estuve trabajando allí doce años. Pero naturalmente no quería jubilarme allí, y pedía de vez en cuando un permiso sin sueldo de tres meses para intentar encauzar mi trabajo hacia el cine. Porque parece que yo llegué a Madrid y empecé a hacer cine de inmediato, pero no... llegué a pedir seis permisos. Hasta que ya en 1981, tras rodar Laberinto de pasiones, ya no volví a Telefónica. Entonces, sí he tenido una vocación muy concreta y también todos mis esfuerzos han estado dirigidos, y esa vocación también me ha liberado de muchos peligros. Porque he vivido en una época muy incandescente, como son los 80, y yo no me arrepiento de nada. De hecho, me alegro muchísimo de haber sido joven en esa época, aunque hay mucha gente que se ha quedado por el camino. Entonces, yo creo que el hecho de estar tan determinado en mi vocación me hizo poder empezar con Pepi Luci Bom y otras chicas del montón... Ya después, con éxitos tan grandes como Mujeres al borde de un ataque de nervios, más adelante llega la época, digamos, culminante de mi carrera, que empieza con Todo sobre mi madre. Junto a Hable con ella son películas que ganan Oscars, y ahí empieza una época de madurez en la que sí empieza a considerárseme de otro modo. Ya no soy solo un chico divertido (risas), sino alguien que también sufre, alguien que también se va haciendo mayor, etc.

Parece que llegué a Madrid y empecé a hacer cine, pero no. Pedí seis permisos hasta que en 1981, tras rodar Laberinto de pasiones, ya no volví a Telefónica

Mencionabas Todo sobre mi madre, tu primera peli rodada fuera de Madrid, en ese caso en Barcelona. Y en La habitación de al lado te has ido a los Estados Unidos. Tu vínculo con Madrid es de sobras conocido, ahora mismo hay una exposición precisamente sobre ello. ¿No rodar en casa se convierte también en un desafío?

Sí, es un estímulo que viene bien en todos los sentidos, te da más confianza y ayuda a seguir evolucionando. Madrid es mi casa, es mi ciudad aunque no haya nacido aquí, aunque en Madrid nadie es forastero. Pero, tanto cuando fui a Barcelona con Todo sobre mi madre, o ahora en Nueva York, mirar estas ciudades a través de la cámara me ha resultado muy estimulante. Descubrir otra estética, otra iconografía... Entonces, me ha sentado bien el hecho de salir. Pero no significa que vaya a empezar ahora una carrera americana, aunque sí haya perdido el miedo a rodar en inglés. De momento, mis próximos proyectos seguirán ocurriendo aquí, mi próxima película, el año que viene, se rodará en Madrid.

Termino preguntándote por uno de los leitmotiv de tu película, que es la maravillosa Dublineses, el testamento fílmico de John Huston.

Sí, Dublineses es importantísima en La habitación de al lado. Es una especie de... aparece tres veces, pero la nieve es una especie de milagro. Y además Dublineses es muy importante para mí, adoro esa película. Y para mí es muy importante la actitud de John Huston: recuerdo una foto de él unido a un gotero y en silla de ruedas, y rodando esa película. Y yo pensé, y me acuerdo perfectamente: no me importaría terminar mis días así, en una silla de ruedas y en esas condiciones, ¡pero rodando!

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©EL DESEO – Fotos: Iglesias Más
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