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El jamón ibérico (y sus derivados), los quesos, los vinos, las carnes y otros productos como el pimentón, la miel o las picotas hacen de esta región cercana a Madrid un destino gastronómico. Y no solo en sentido metafórico, porque si de algo puede presumir Extremadura es de ser una de las mejores despensas de España y cuna de grandísimos productos con Denominación de Origen, incluido el vino.
Extremadura concentra en un mismo territorio hasta 15 Denominaciones de Origen, siendo uno de los territorios más cercanos a Madrid con mayor cantidad de marcas de calidad (solo superado por Castilla-La Mancha). Y aún así, sigue siendo un destino casi desconocido para muchos viajeros, que llegan (en coche, porque lo del tren todavía no ha pasado) atraídos por su monumentalidad (Cáceres, Truijillo, Mérida...) y acaban atrapados por el sabor de sus buenas costumbres. Desde la de tomar una migas con huevo para desayunar (posiblemente la alternativa más autóctona a una tosta de Benedictine) o la de descubrir el otro mejor embutido (con permiso del jamón ibérico de bellota): la patatera.
Cáceres es, posiblemente, su mejor referente. Su casco histórico, uno de los entramados medievales mejor conservados de España, declarado Patrimonio de la Humanidad, y escenario de Juego de Tronos (dato curioso para los viajeros frikis de la saga), esconde Atrio Hotel Restaurante (miembro del prestigioso club Relais Chateaux) y convertido en el único tres estrellas Michelin de la provincia. Le sobran los motivos para ser uno de los mejores restaurantes del país, por dentro y por fuera (un flamante edificio mimetizado con el patrimonio del casco histórico de Cáceres, obra de los arquitectos Tuñón y Mansilla, los mismos que firman la vecina Fundación Helga de Alvear, o la recién estrenada Galería de las Colecciones Reales aquí en Madrid). Y eso, entre otros muchos motivos, convierte a Cáceres en la escapada perfecta para un fin de semana.
Atrio, el tres estrellas Michelin de Extremadura, está en Cáceres
Tras su puerta, dos anfitriones que te reciben con la amabilidad que quien te invita a su casa, la de 'los Atrio', esa adorable pareja formada por José Polo (al frente de la magistral bodega, una de las mejores del mundo) y el carismático Toño Pérez, chef defensor incondicional de su tierra natal y del cerdo ibérico incluso antes de que su restaurante fuera el destino gastronómico que es hoy en día (ha llovido mucho desde que juntos levantaran la persiana del primer Atrio en los 80, creando uno de los ambientes más refinados del Cáceres de la época).
El cerdo ibérico es el incansable hilo conductor, e ingrediente principal hasta los postres, de su menú gastronómico: una suerte de pases que arranca en la dehesa y lleva de viaje al comensal por diferentes momentos "en la vida de un cochinito feliz", como él mismo dice antes de comenzar este festival de sabores de kilómetro cero. Queso de Los Ibores (la comarca que esconde otra gran joya de la arquitectura patrimonial, el Monasterio de Guadalupe), Torta del Casar (el pueblo natal de Toño) o de Acehúche (probablemente la zona más desconocida y a un paso del Alentejo, casi en la frontera con Portugal), las cerezas y picotas del Jerte (la zona bañada por gargantas de agua tan fría como cristalina), el pimentón de la Vera (el ibérico de los pimientos, ahumado con leña procedente de dehesas) o los aceites de oliva virgen extra, como el de Villuercas-Ibores-Jara, esa zona de incalculable valor que fue declarada en 2011 Geoparque por la UNESCO.
No extraña que Toño sea también el embajador de los Premios Espiga, algo así como los Óscar de los productos gastronómicos extremeños. Una cita organizada anualmente por Caja Extremadura para premiar el buen sabor de boca que deja esta tierra en el paladar de quienes tienen la suerte de vivir en ella, y de quienes la visitan. Y si los premios llevan 25 años poniendo en valor los productos de Extremadura, Atrio lleva haciéndolo casi 40 años. "Cuando abrimos entendimos que teníamos que hacerlo aquí. Con recetas de mi madre, con las migas de mi abuela… yo luego uso la técnica y lo pongo más bonito en el plato, pero el producto y las recetas son de aquí". Son las joyas de la tierra, esas que "si no las tuviéramos, no seríamos nada". Porque si no existiera Extremadura, habría que inventarla.