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La segunda jornada del Mad Cool acabó en fiasco total. Tras hora y media de espera, entre abucheos, improperios y vasos de cerveza rodando por el aire como cabezas jíbaras, las pantallas del escenario The Loop anunciaron que Massive Attack cancelaba su concierto, alegando interferencias con el sonido de otro escenario. A las 4 de la mañana un comunicado de prensa del festival especificaba que el causante del conflicto fue Franz Ferdinand, que actuaba a la misma hora aunque en la otra punta del recinto. Una de dos, o los de Massive Attack son princesas con guisantes en el colchón o se agarraron a cualquier excusa para hacerse los interesantes.
Dicho sea de paso, el show de Franz Ferdinand fue de órdago. No es que sorprendiera a nadie que ya lo hubiera visto antes en directo, pero mover a miles de personas, de la primera fila hasta la última con igual de energía, es un reto. Camisa con transparencias y pelo amarillo que con el diseño de luces era casi chillón, Alex Kapranos aguantó el directo con elegancia y nervio, sin bajar la guardia un solo instante, acercándose al público con palabras de amor que le hacían subir el corazón a la garganta. Ahí sonaron los clásicos 'Take me out' y 'Do you want to', junto a temas delicados como 'Jacqueline'.
La tarde había empezado luminosa con Real Estate interpretando el repertorio tranquilo de su último álbum, 'In mind', con las letras mágicas de 'Darling' y 'Same sun'. Y nos habíamos acercado al horario protegido con una selección de voces femeninas que nos colgaron la lágrima en el párpado. Primero fue The Big Moon, en un concierto no apto para perezosos. Nos sacaron a bailar con un 'Bonfire' que hacía crujir el suelo y bordaron una versión de 'Turn around' de Bonnie Tyler que partía el alma. Después, Núria Graham, con ese chorro de voz envidiable y esa dulzura conjugada sin timidez alguna, en el ambiente íntimo de la carpa del Mondo Sonoro. Y finalmente le tocó a la francesa Jain, con un mono azul elástico, conquistar la llanura del Radio Station, con notas de fantasía pop.
Ya de noche, Jack White, como un brujo electrizado, ofreció un espectáculo espeluznante, tal vez el más redondo de la jornada de ayer. Parecía que le salían chispas de la cabeza y que con un rayo cósmico creaba un surco en el césped cada vez que su aliento tocaba el micro. Más monótona, y tal vez algo larga, fue la actuación de los Arctic Monkeys, que algo confiados en la idea de que tienen el mundo en el bolsillo se limitaron a hacer lo que ya sabemos que hacen bien. No es que haya ningún problema sustancial en ello, pero es que no es lo mismo tener un concierto para ti solo que estar en la parrilla de un festival de tres días, en el que tienes menos tiempo para ganarte a un público más saturado, colocado o simplemente cansado. La ecuación cambia.
Mad Cool no se libra de la polémica
Por la mañana nos habíamos despertado con crónicas catastrofistas sobre los disturbios de la primera jornada. Colas desbordándose, gente echando las vallas al suelo para saltar al recinto, como si fuera el apocalipsis zombie de 'Guerra Mundial Z'. La organización se puso las pilas y encontró soluciones de emergencia que fueron un éxito. No sabemos qué estrategia siguieron, pero el segundo día el problema de la espera estaba arreglado. Aún así, el plantón de Massive Attack es otro enano que le crece al festival. Cuando quedó claro que los ingleses no actuarían, el público encabronado se fue a casa en desbandada, renegando y maldiciendo. Y así se fueron contagiando el enfado durante los dos kilómetros que hay que caminar desde la puerta de salida para llegar al metro, arrastrando los pies. Veremos cuáles son los ánimos hoy por la tarde, último día. Seguiremos informando desde las trincheras.