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Alcanzaba los 20 metros de alturas y no era de hierro sino de madera. Un cuadro, titulado 'Calle madrileña engalanada' (1890), en las salas del Museo de Historia de Madrid atestigua que los vecinos de Lavapiés tuvieron una efímera torre Eiffel hacia finales del siglo XIX. Fue tal la fascinación que despertó su construcción, la más alta (300 metros) hasta la fecha, en la Exposición Universal de París de 1889 que muchos quisieron tener una réplica.
La versión capitalina, con un presupuesto que no superaba las 1000 pesetas y que costearon los comerciantes del barrio, se levantó en la calle Ave María, se vistió con telas y se convirtió en el centro neurálgico de los fiestas de San Lorenzo durante aquel verano; desde una de sus plataforma incluso llegó a actuar el Orfeón Matritense.
Inmersos en pleno ambiente verbenero, los madrileños no tardaron en rebautizarla como la torre infiel. "Es de gran efecto por lo bien iluminada que está; en su cúpula tiene cuatro reflectores de gas de gran fuerza", se pudo leer en alguna crónica periodística de la época.