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Vengas de donde vengas, si no has pasado por El Doble, aún no has completado tu formación castiza. Este esquinazo de Chamberí, inaugurado en 1990 (lo llamaron así porque se empeñaron en tirar los mejores dobles de la capital), es tan madrileño como el chotis. Cada día la barra siempre está animadísima y los fines de semana a la hora del vermut el espacio es pura guerra de guerrilla para hacerse con un hueco (olvídate casi de apoyar un codo en la barra). Pero eso era antes de la pandemia. Ahora, bares como este, símbolos inherentes a nuestro estilo de vida, luchan por sobrevivir ante las medidas impuestas para reducir los contagios por coronavirus.
Jesús, responsable del local, fiel a lo suyo a pesar de que Ponzano se convierta en poco más que un hashtag y protagonista de las fotografías que llenan sus paredes alicatadas hasta el techo (¿queda algún famoso en la sala que no se ha tomado una cerveza aquí?), ha decidido salir del barrio para llegar a todos los distritos de la ciudad. Acaba de lanzar una web desde la que vende su productos estrella. Ya no será lo mismo porque, quizás esto sea lo que segundo que más vais a echar de menos, esas cañas, tiradas perfectas, no te las puedes poner en casa pero sirve para quitarse el mono de esos sábados al mediodía, de esa tarde de los jueves que se anima.
Mejillones en escabeche, navajas al natural, berberechos al natural, anchoas y un paquete de patatas fritas El Doble. Este es el pack aperitivo. Este es el nuevo aperitivo y no queda otra que hacerlo doméstico. La familia Del Puerto ha hecho suyo lo de "renovarse o morir" y desde su página web se pueden comprar conservas y embutidos, encargar mariscos y pedir varias raciones frías (de boquerones en vinagre a pulpo con cebolla).
Sin embargo, si aún prefieres probar suerte, el local ya está abierto, después de ¡seis meses con la persiana bajada! El ambiente, ese maravilloso caos, no es el mismo. Los codazos involuntarios se sustituyen por mesas y taburetes altos y el aforo, claro, es muy limitado. Hay veces que la nueva normalidad duele más que otras.
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