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Hace unos meses, en pleno verano, el Gran Café del Espejo reabrió sus puertas como se merecía una de las más emblemáticas terrazas de Madrid. Se reestrenó con una oferta para comer y beber que quiere darle aún más de brillo a esta singular joya arquitectónica, ejemplo histórico del art nouveau en la capital. Un lugar centenario que se diseñó al estilo de los cafés literarios del siglo XX y que casi casi pasaba desapercibido para los madrileños y paseantes que van arriba y abajo por el bulevar del paseo de Recoletos. Hay que pararse en el número 31, a un paso del famoso Café Gijón.
Abre todos los días. Y puedes ir desde el desayuno hasta la hora de cenar. Su horario de 9.00 a 01.00 h. es ininterrumpido. Siempre vais a encontrar algo para picar si vas entre horas. Pero no os podéis perder la sección dulce. La firma Paco Torreblanca, uno de los mejores pasteleros del país. Y aquí, a un paso de la zona más chic -Salesas- y frente a la Biblioteca Nacional, podéis disfrutar de su torrija de brioche o su cheesecake de camembert aunque, claro, la carta exhibe otras opciones igual de tentadoras.
En la parte salada, nada como empezar con una ostras y copa de espumoso pero hay para todos. Una propuesta sencilla, reconocible y con producto de categoría como las lechugas vivas y los tomates de Tudela de la huerta de Floren Domezáin. Se puede venir para un picoteo ligero, a compartir unas tapas pero también a sentarse tranquilamente en su mesas redondas para comer platos con más enjundia como unas albóndigas caseras de ternera con patatas, una crema tibia de boletus con lascas de foie o una hamburguesa con salsa de bacon e inyectable de cheddar en pan brioche.