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El bocadillo de calamares es ya un icono en la gastronomía madrileña como lo es el cocido o los callos y tiene sus referentes más populares y económicos, aparte de El Brillante frente a la estación de Atocha, en los alrededores y soportales de la Plaza Mayor. Por direcciones como Postas, La Campana o Casa Rúa han pasado y pasan decenas de locales y turistas cada día para hincarle el diente a esa combinación tan básica como ganadora.
Más allá de nuestro listado con los mejores bocatas, donde vais a encontrar tanto lugares de toda la vida donde se ha convertido en su seña de identidad como barras contemporáneas para irse de tapeo, hemos descubierto una nueva pista a escasos metros de la Puerta del Sol. Y no es una dirección cualquiera. Se trata de un establecimiento centenario que lleva un tiempo reverdeciendo sus añejos laureles.
En Lhardy (Carrera de San Jerónimo, 8), una casa ahora en manos de Pescaderías Coruñesas (dueños de grandes paradas como Desde 1911 o Filandón) sirve un bocatín (así lo llaman) de calamares de primer nivel. Y no tenéis que subir al restaurante de alta cocina (con decenas de espejos y miles de historias) para probarlo. Está a pie de calle, en la tienda. A mano. En una carta donde brillan sus croquetas de cocido, su famoso consomé o su barqueta de ensaladilla.
Su versión, elaborada a partir de calamar (y no otra cosa), se acompaña con una mayonesa de su propia tinta y se presenta con un esponjoso "pan bombón", una pieza que lleva la firma del actual repostero de la casa, Ricardo Vélez, conocido en Madrid como el maestro del chocolate; suya es toda la vitrina afrancesada de Moulin Chocolat. ¿Precio de este bocadillo de calamares? 12,50 euros.