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Puedes tener a los niños jugando en la gran zona de columpios cercana mientras apuras un Bloody Mary, un Mojito o un excelente Pisco Sour. O venir sin niños. Mejor con unos amigos o con tu pareja. Que ya se sabe lo que pasa al tercer pisco. Bueno, la carta también presenta cuatro tragos sin alcohol. El impersonal mobiliario de la terraza puede ser el de cualquier otro bar de Madrid pero el servicio y el nivel de sus tapas y sus bebidas está muy lejos de eso. Que esas sillas y mesas no os engañen. Es la barra del legendario Dry Martini, escondida en el precioso y centenario Casa Gallardo, que aprovecha el buen tiempo para plantarse en la calle.
El carismático y pionero Javier de las Muelas (con sucursales de su buque insignia repartidas por medio mundo —de México a Singapur, de Italia a China—) ha sacado a pasear su templo del buen beber al centro de Madrid. Es la zona más arbolada y tranquila de la renovada Plaza de España pero por aquí, tras el necesario lavado de cara, cada vez circulan no solo más turistas nacionales e internacionales sino que vienen aún más madrileños de camino entre el Palacio Real y el templo de Debod o tras las compras por Gran Vía. Salvo los lunes, abren a diario desde las 13.00 hasta las 01.00 (de jueves a sábado hasta las 2.30).
La propuesta sólida es puro picoteo. Snack. Cocina fría. Sencilla y elegante. Unas buenas gildas, una cuidada tabla de quesos, alguna sardina ahumada, una terrina de foie al armagnac y, por supuesto, jamón noble. Dentro del bar la oferta sigue siendo una muleta para seguir bebiendo pero crece los anzuelos, incluso aparece algún platillo caliente. Porque aquí, tanto en el interior como aún más al aire libre el gran reclamo viene en vaso de cristal. Coctelería con galones con tragos clásicos con precisión cirujana más allá de su histórico Dry Martini y un puñado de creaciones propias.