[title]
Una barquita con capacidad para cuatro pasajeros recoge a los huéspedes, y su equipaje, en el embarcadero que hay junto al lago de Brindos, Lac & Châteaux. Ese es, de hecho, el único medio de transporte posible para llegar hasta las habitaciones de ensueño que flotan en este lago natural de Anglet, un pequeño pueblo con encanto marinero (en el mismo litoral que conecta Biarritz con Bayona) escondido frente a las aguas del Atlántico en la Côte Vasque y al que hoy se le conoce como la Pequeña California.
La primera impresión al llegar a este lugar no puede ser más mágica (ni menos idílica). Igual que las leyendas que giran en torno a este lago lleno de nenúfares (se dice que cada 14 de septiembre al anochecer los hechizos se apoderan de él) o la historia que hay detrás del castillo, que pasó de ser la casona más antigua de Labort (o Lapurdi, en euskera), a convertirse en el lugar favorito de recreo de la alta aristocracia francesa. Eso fue en los años 30 del siglo pasado, cuando sus invitadas se paseaban vestidas de Chanel por sus terrazas soleadas y bailaban al atardecer junto al lago, escenario de todo tipo de locuras.
Ese mismo lago privado, el tercero más grande de Francia, en el que aquellos invitados navegaban al atardecer, es hoy un elegante refugio de descanso y bienestar, en el que sus diez 'lodges' flotantes de diseño y arquitectura sostenible, son ahora los que atraen todas las miradas. Así lo ha querido Maisons Millésime, el grupo francés que solo gestiona propiedades singulares y responsable de su lavado integral de cara para volver a ser un ejemplo de modernidad, elegancia y confort. Y es que, además de las suites independientes que flotan sobre el agua, unas para familias (tienen porche), otras para compartir en pareja (con jacuzzi exterior), el castillo cuenta con otras 29 habitaciones, recuperadas para ser el fiel reflejo del estilo de vida clásico a este lado del País Vasco.
Desde los materiales (mucho lino) a las piezas de mobiliario (procedentes de anticuarios) y accesorios (artesanía local, desde las vajillas a las lámparas) cuentan una historia. Pura inspiración con la que se ha intentado mantener el carácter original del edificio, pero con un brillo nuevo. Su restaurante panorámico (con ventanales sobre el lago), su acogedor y muy íntimo spa (que además cuenta con dos cabinas de tratamientos flotantes), la piscina a cielo abierto, una barra de coctelería de autor con chimenea, un salón con aire de club inglés... completan las instalaciones de este refugio, puerta de entrada para descubrir uno de los pueblos más bonitos de la Costa Vasca: Anglet. Además de la cuna del surf francés, el lugar de vacaciones favorito de los vecinos de Biarritz, ese bellísimo rincón del País Vasco francés en cuyas calles, destino icónico de la Belle Époque, hoy pasean surfistas de medio mundo abrazados a sus tablas. Con ingredientes así, le sobran los motivos para ser una escapada de verano perfecta a poco más de una hora, en avión, desde Madrid hasta el aeropuerto de San Sebastián, en Hondarribia.
