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Cuando se construyó el Hotel Palace en 1912, no había nada igual en Madrid. Ni en España. Ni prácticamente en Europa. Fue un hotel único (el más grande de la época) y pionero (ninguno hasta entonces tenía teléfono) y su fachada era el fiel reflejo de la necesidad de un gran hotel a la altura de la ciudad en la que se estaba convirtiendo Madrid a principios del siglo XX. Se construyó sobre los cimientos del antiguo palacio de los Duques de Medinaceli, siguiendo las líneas de una arquitectura majestuosa, de corte clásico y llena de detalles hasta en los lugares más inaccesibles e insospechados: muchos motivos vegetales (granadas, uvas, manzanas, hojas de laurel y guirnaldas florales), hornacinas, marquesinas, balaustradas, lámparas isabelinas, ménsulas y sofisticados detalles en zinc. Todo muy del gusto de la clase alta de la época.
De hecho, cuenta la leyenda que se construyó justo a tiempo para acoger a la realeza europea que vino a la boda de Alfonso XIII (1906), aunque en realidad el Palace se abrió al público seis años después. Desde entonces hasta ahora, ha sufrido varias remodelaciones y en cada una de ellas se han ido tapando elementos (hasta prácticamente desaparecer bajo capas de pintura) y sustituyendo colores por otros que poco o nada tenían que ver con el original. Hasta que ha llegado el arquitecto Miguel Díaz y su equipo para devolverle todo el esplendor a golpe de bisturí y cincel. Y el resultado ya es visible para todo el que pase por la plaza de Neptuno y los alrededores de la carrera de San Jerónimo.
Los detalles más bonitos de la fachada del Hotel Palace
Después de "un proceso de recuperación quirúrgico" y una labor de "absoluta artesanía" y rigor histórico durante casi un año y medio (en la que se han consultado cientos de fotografías tomadas incluso en época de la Guerra Civil), los 8.000 metros cuadrados de fachada del Palace vuelven a recuperar elementos originales de la época en la que se levantó. Desde la marquesina de la entrada secundaria (la que da a la carrera de San Jerónimo), que recuerda muchísimo a la de la estación de metro original de Gran Vía (también recuperada) o al dios Baco, que después de permanecer escondido bajo la anterior marquesina (que resultaba ser un añadido posterior a la construcción original del hotel), de nuevo da la bienvenida a los huéspedes desde ese lado del edificio.
A pie de calle, en el corazón del barrio de Las Letras, ahora también se ve el almohadillado de la fachada y la piedra caliza recuperada, además de unos ventanales verticales originales de la época en la que Citroen estaba en los bajos del edificio, y el color (pasando de vainilla a beige, y marrón terracota para los detalles más ornamentales), posiblemente el aspecto más llamativo incluso para los transehúntes más despistados. "Hasta que no se han quitado las capas de maquillaje no hemos visto lo que pasaba en cada parte", ha apuntado Díaz durante el descubrimiento de la recuperación de la cara original del Palace. Tratándose además de un edificio declarado Bien de Interés Turístico, es más que necesario apuntar que este "no ha sido un proyecto fácil".
Pura riqueza ornamental, "llena de vibraciones y texturas que enriquecen el edificio y que demuestra que es uno de los mejores hoteles de lujo", en palabras del arquitecto y artífice de que el Palace vuelva a ser el Palace. "En esa riqueza está lo importante, y es por eso que forma parte de los edificios protegidos por la Unesco y reconocido dentro del Paisaje de la Luz". Y este es solo el principio. Cuando el Palace termine las obras (desde habitaciones hasta los espacios comunes), el hotel pasará a llamarse The Palace, a Luxury Collection Hotel, estrenándose dentro de la prestigiosa marca del grupo Marriott.