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En Madrid todo el mundo es bienvenido. A ningún madrileño le importa dónde has nacido: a poco que pases unos días ya te considerarán uno de los suyos. Eso sí: hay ciertos detalles que delatan al madrileño de toda la vida. ¡Te contamos algunos de ellos!
1. Encontrar las mejores tapas. Prácticamente cualquier bar de Madrid es bueno para tapear, pero el auténtico madrileño conoce ese bar poco frecuentado por los turistas, escondido en una callejuela, donde preparan unas exquisiteces gastronómicas a un precio más que razonable. Y encima le conocen y le llaman por su nombre.
2. Disfrutar de un 'skyline' único. Sí: los atardeceres desde el Templo de Debod son espectaculares. Pero un madrileño de pura cepa sabe bien que, para disfrutar del skyline más bonito de la capital, hay que salir del centro. Quizá la vista más bonita de todo Madrid sea la del Parque del Cerro del Tío Pío, conocido como Las siete tetas. La foto perfecta está aquí.
3. Pedir agua del grifo. El madrileño lo tiene clarísimo: el mejor agua del mundo es la de la capital de España, y no pierde ocasión de recordarlo. Por eso, pedir agua embotellada en cualquier restaurante te delata rápidamente como alguien que no ha probado la excelencia que sale de nuestros grifos.
4. Decir "mazo"... mazo de veces. Es cierto que en los últimos tiempos vocablos cien por cien madrileños como "mazo" se han extendido más allá de las fronteras de la Comunidad de Madrid. Pero el que es de aquí de toda la vida lo usa más de lo habitual... y con más salero. No sólo eso, sino que además lo combina con una habilidad única con otras muchas palabras que se le escaparán a cualquiera que no sea de aquí.
5. No sacarse tarde el carné de conducir. El que es de Madrid de toda la vida está convencido de que te plantas en cualquier punto de la ciudad en un suspiro en transporte público. Y así es: al fin y al cabo, el Metro de Madrid vuela. Por eso muchos tardan más de la cuenta en sacarse el carné de conducir... o incluso no se lo llegan a sacar nunca.
6. Caminar deprisa. No podemos evitarlo: llevamos las prisas insertas en el ADN. Por eso todos los que son de aquí de toda la vida, independientemente de si van a trabajar, al cine o a cenar, caminan a paso ligero. Un poco más y podría considerarse marcha.
7. Evitar el transbordo de Diego de León (entre otros). Y si hablamos del metro... Nada como conocer un par de trampas que encierra el suburbano de la capital. Entre las más destacadas, los transbordos infinitos de estaciones como Núñez de Balboa, Nuevos Ministerios, Cuatro Caminos o, muy especialmente, el de Diego de León. Más largo que cruzar muchas ciudades de provincias de punta a punta.
8. Disfrutar de otros parques que no son el Retiro. Madrid tiene parques espectaculares. Y aunque el más conocido es el del Retiro, el buen madrileño te llevará seguramente a otros lugares llenos de encanto como la Quinta de los Molinos, la Fuente del Berro, el Campo del Moro o el Parque del Capricho.
9. Comprobar cada BiciMAD antes de usarla. Cuando uno utiliza con asiduidad el servicio de bicicleta pública, sabe bien que la posibilidad de que las bicis tengan algún problema existe: tener poca batería o un sillín irremediablemente bajo puede arruinarte el trayecto. Por eso el buen madrileño revisa que todo esté en orden antes de sacar la bici de la estación. Truco: muchos dejan el sillín girado para avisar al siguiente usuario de que no todo funciona como debería.
10. Saberse la canción de Cortylandia. De niños, todos los madrileños de menos de 45 años han ido a Cortylandia al menos una vez. Y ahora que muchos de ellos tienen hijos, los llevan a ver un espectáculo que se ha convertido en una seña de identidad de la capital, empezando por su pegadiza canción.
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