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Dos hojas para la parte sólida y más de una docena para los vinos (Alejandro Fernández a los mandos). A favor. Esta presentación en negro sobre blanco ya dice mucho de su ideario. La experiencia arranca antes, de camino a la mesa; se ha cuidado cada cubierto -atención a los cuchillos artesanos de Les Couteliers Basques- y la elección de materiales nobles, medido el protagonismo del mobiliario, la decoración y la arquitectura. No puede ser más apetecible el novísimo proyecto de Nagore Irazuegi y Rodrigo García. Porque Arima (siete años ya en Ponzano, 51), esa casa por la que todo comensal que aprecie el producto ha pasado antes o después, se les quedaba pequeña para la creciente presencia de platos cada vez más gastronómicos, para su pasión, talento y aspiraciones. Aquello se mantiene como hasta ahora. Lo nuevo es otro relato. Bajo la misma filosofía (mimada selección de proveedores: Formaje, Agur, Grate...) pero otra carta.
Mucho trabajo, y también un equipo a la altura tanto en sala como en cocina (David Gallego y Lorena Navarro, ambos ex-Bagá, en el día a día), hay detrás de Bascoat (Paseo de la Habana, 33). No es un paso más allá respecto al restaurante de Chamberí. Es, más bien, un salto (a Chamartín). Suman elegancia y sofisticación. Y esto vale para los emplatados y el interiorismo (lo firma el estudio Lorna de Santos). Es otro, obvio, el trato con el cliente. También el ticket medio. Bienvenidos todos los que disfrutéis de la delicadeza de una anchoa suprema o la rotundidad de un rodaballo a la parrilla (porque aquí hay parrilla a la que siempre dices sí) pero también quienes busquéis platos originales, que marcan una línea y exhiben una personalidad, como una ensalada de tomate y remolacha con vinagre de frutos rojos y praliné de nueces tostadas o unas manitas de cerdo planchadas con un fondo infusionado con lemongrass y lima kaffir, ambos presentes en la carta actual.
Sí, las reservas ya están abiertas (680 40 42 57 / reservas@bascoatmadrid.com). Podéis aprovechar estas semanas para haceros con una mesa porque Madrid está (medio) vacío o esperar a la vuelta de las vacaciones, al inicio de curso para daros un homenaje (pero tened en cuenta que, dado el aforo y las expectativas, seguro que será más difícil hacerse con una mesa si sois de celebrar los fines de semana -sábados noche y domingos cierran-). O también podéis acercaros ahora para tomarle el pulso al restaurante y al producto estival (y rememorar/adelantar ese pescado y aquella txuleta a la parrilla en una mesa del País Vasco) y esperar para repetir bien entrado el otoño, territorio feliz y fértil para quien trabaja pegado a la estacionalidad, al mercado.