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El Paseo del Prado y el Retiro son ya Patrimonio Mundial. Así lo decidió este fin de semana la Unesco, que ha incluido en esta privilegiada lista al denominado Paisaje de la Luz, de la que forman parte todos los monumentos y puntos de interés de la zona.
El nombre que se le ha dado al conjunto no es casual: se trata de un homenaje a la ilustración, periodo en el cual ambos, el Paseo del Prado y el Retiro, comenzaron a brillar en todo su esplendor. Sin embargo, la historia de estos rincones tan madrileños se traslada bastante más en el tiempo.
En el s. XVI, los habitantes de la capital ya recorrían la alameda que hoy ocupa el Paseo del Prado, por la que circulaba el arroyo de la Fuente Castellana, salpicado de pequeños puentes que permitían cruzar de un lado a otro.
Felipe II (1527-1598) fue el primero en ver claras las posibilidades del lugar, ya convertido en uno de los sitios preferidos de los madrileños para socializar. Ordenó adecentar el paseo, encargó estudios para identificar todas las especies de árboles y dictó varias ordenanzas para cuidarlos convenientemente.
Un siglo después, Felipe IV (1605-1665) llevó a cabo un importante esfuerzo para comprar obras de arte que exhibiría en un emplazamiento construido a tal efecto, el Palacio del Buen Retiro. Fue precisamente durante su reinado cuando tomó forma el parque, construido sobre el lugar que utilizaban los reyes para su esparcimiento en una zona anexa al Monasterio de los Jerónimos.
En la misma época, comienzan a erigirse los principales palacetes de la margen izquierda del paseo, como el del Thyssen, el de Buenavista y las grandes casas de los Medinaceli. Las clases más pudientes querían estar cerca de la zona más animada de la capital. Y es que si algo caracterizó al Paseo del Prado fue el hecho de que se trataba de un lugar de disfrute para todos, independientemente de su clase social, y no reservado únicamente a la nobleza.
El papel clave de Carlos III
Si hay que atribuirle el mérito de invertir recursos en lo que hoy se conoce como Paisaje de la Luz a algún rey, ese es Carlos III. El posteriormente denominado "mejor alcalde de Madrid" se tomó muy en serio aquello de "todo para el pueblo, pero sin el pueblo" que caracterizó a los reinados del conocido como despotismo ilustrado. Se puso en marcha el sistema de alcantarillado, se trajo al Paseo del Prado el Real Jardín Botánico y se levantaron edificios como el Gabinete de Historia Natural, el Observatorio astronómico y la Academia de Ciencias, que es actualmente el Museo del Prado. Fue también Carlos III quien, en 1767, autorizó el acceso público al Parque del Retiro. Eso sí: siempre que se acataran ciertas normas en el vestir.
Con el tiempo, el lugar siguió atrayendo algunas de las principales instituciones del país. El Congreso de los Diputados, el Banco de España, la Real Academia Española o la Bolsa terminaron de dibujar una de las zonas más emblemáticas de la capital.
Todo el conjunto único que forma parte del Paisaje de la Luz ha seducido a la Unesco, que desde hoy lo añade a los 1.121 sitios repartidos por todo el mundo que forman parte de la privilegiada lista.
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