Es uno de los iconos de la hotelería de lujo de Madrid, abierto en 1886. Lo fue todo durante el siglo XIX -epicentro de tertulias literarias, de revueltas políticas y de las fiestas más glamurosas de la época-, y en 2018 reabrió sus puertas como hotel boutique bajo el sello Leading Hotels of the World para devolver el estilo distinguido y el glamour que lo caracterizó, pero ahora con carácter cosmopolita y de vanguardia de los felices años 20, muy art decó.
Son 48 habitaciones -algunas con más de 30 metros cuadrados-, cuidadas a más no poder, con bañeras retro a la vista, productos healthies en el minibar y otros detalles de alta hotelería. Fue el primer hotel de lujo de la capital, y eso se nota en esta segunda etapa. Y el primero en tener restaurante. Hoy se llama Lobo Ocho, capitaneado por el chef Willy Moya; y está acompañado de una barra de coctelería, LobBYto.
Y hay más: cuenta con un spa en la planta baja, Égoïste, el primer spa de autor de la capital, inspirado en la sofisticada y provocadora elegancia de los años 20, y firmado por Manuel de la Garza, ganador de seis premios Best Luxury Hotel Spa. Tomad nota de sus tratamientos faciales, corporales, masajes y hasta rituales de amor para dos.