Películas nominadas a los Goya 2020

Quizás en su faceta más crepuscular, Pedro Almodóvar firma una obra autobiográfica, con ecos de 'La ley del deseo' y de 'La mala educación', donde Antonio Banderas interpreta a su alter ego. Los efluvios de sus recuerdo nos acarician como una brisa de primavera entre las cortinas de una ventana abierta. Tan íntima, tan sentida, parece que Almodóvar quiera reconciliarse a través de sus imágenes con todos los fantasmas de su pasado.

El trío que integran Jon Garaño, Aitor Arregi y Jose Mari Goenaga se introduce en la memoria histórica para explicar las heridas provocadas por la Guerra Civil desde una perspectiva diferente, la de aquellos topos que se mantuvieron ocultos durante toda la dictadura. Se direron a conocer entre el gran público con títulos como 'Loreak' y 'Handia'. Ahora optan al Goya a la mejor dirección por una película compleja, que transcurre a lo largo de 33 años. El reto era mayúsculo. Les ha salido redondo.

"El arte es un bastón que nos debe servir para caminar en tiempos de ceguera", nos contaba hace unas semanas Oliver Laxe, entre romántico y profético. Director de dos largometrajes previos, 'Todos vosotros sois capitanes' y 'Mimosas', ambos rodados en Marruecos, ahora filma la aldea de sus abuelos, perdida en el paisaje de Os Ancares, para contar una historia en la que los rostros de los personajes nos deslumbran en un entorno de naturaleza sublime. Triunfó en el festival de Canes. Ahora va a por el Goya.

Después de varios años de silencio, Amenábar ha vuelto a ponerse detrás de la cámara para filmar este retrato de Miguel de Unamuno al principio de la Guerra Civil. Pudimos entrevistarlo y esto es lo que nos contó: "Su caso es interesante porque estaba desencantado con la República y veía el alzamiento militar como la llegada de un ejército salvador que venía a restaurar el orden. De repente, se dio cuenta de que ni con unos ni con otros. Unamuno representa la tercera España y, como ciudadano, yo me identifico con él".

Banderas es el alter ego de Almodóvar, perfectamente caracterizado, con el pelo grisáceo y rebelde peinado hacia arriba, con zapatos deportivos y polos de colores llamativos. Y también con una hipocondría neurótica, un dolor muscular constante que lo deja tieso y lo acalambra, que le produce espasmos, que le oprime la glotis, que hace que se atragante. Es decir, un personaje prisionero de su propia decadencia. Está extraordinario.

La película empieza en 1937, en un pueblo andaluz. Suenan disparos a bocajarro, cuerpos abatidos caen al suelo. Los militares revientan la puerta de cada casa registrando hasta el último rincón. Antonio de la Torre hace de Higinio Blanco, un perseguido que logra escapar del furgón y regresa a su casa, de noche, con un tiro en la rodilla. Se mete en un hoyo que ha cavado debajo de un falso escalón y permanece 33 años escondido. Lo cierto es que asume un reto interpretativo soberbio.

Cuando entrevistamos a Amenábar también le preguntamos por el trabajo de Karra Elejalde, que aquí se mete en la piel de un escéptico Miguel de Unamuno: "Fue un proceso de contención. Se cuenta que Unamuno era un hombre seco. Por lo menos, así aparece en todas las descripciones. Karra es todo lo contrario: un hombre expansivo, apacible, lleno de ternura. Lo que hicimos fue encorsetarle en esta parquedad". El clímax de la película es el famoso discurso de "venceréis pero no convenceréis" que pronunció en el paraninfo de la universidad de Salamanca.

Dicen que la venganza es un plato que se sirve en frío. Pero viendo 'Quien a hierro mata', a nosotros nos hervía la sangre. Qué angustia, qué nervio. Paco Plaza factura un thriller hipertenso, que se retuerce sobre sí mismo como una serpiente venenosa. Una de las virtudes de esta película es el personaje a quien da vida Luis Tosar, el enfermero de un geriátrico a quien le toca hacerse cargo del patriarca de una familia de narcotraficantes, que está en las últimas. 

Aparece por primera vez junto al río, con un niño colgado de la espalda, y mientras hace la colada se maravilla viendo aparecer los pececillos jaboneros. Con ese arrojo neorrealista que tenía la Raimunda de 'Volver', Penélope Cruz interpreta a la madre coraje que está presente en todos sus recuerdos de infancia del protagonista de 'Dolor y gloria', con delantales de flores, remendando calcetines con un huevo de madera, cargando con una maleta a cuadros, durmiendo en una estación de tren.

En la recién estrenada ópera prima de Belén Funes, Greta Fernández interpreta a Sara, una chica de 23 años con un bebé que vive en la periferia de Barcelona. Su padre acaba de salir de la cárcel. Su hermano está en un centro de acogida y ella lucha por conseguir la custodia. Le toca hacerse cargo de todo, sola, arriba abajo, con el cochecito a cuestas. No tiene tiempo ni para llorar. La actriz está inmensa, con una fuerza tremenda que no da tregua hasta el último plano de la película.

Acostumbrados a admirar a Belén Cuesta en registros cómicos, nos maravilla verla transformada en Rosa, la mujer de Higinio Blanco, un personaje trágico, que se entrega en cuerpo y alma a una vida de temor y sacrificio por proteger a su marido. La escena en la que regresa de la comisaría, apaleada y con el cráneo rasurado, nos pone los pelos de punta. Su angustia se funde en la rutina, sus miedos van convirtiéndose en vejez. Su evolución a lo largo de la película está abordada con delicadeza y precisión. 

Los que vimos el cortometraje 'Madre' de Rodrigo Sorogoyen nos quedamos con un frío medular muy jodido dentro del cuerpo. Marta Nieto interpretaba a una madre que recibía una llamada telefónica de su hijo de seis años, que le contaba que estaba perdido en una playa desierta. 20 minutos de angustia de altísimo voltaje. Ahora, Sorogoyen ha rodado un largometraje que nos cuenta cómo continúa la historia. Marta Nieto aparece en una playa del sur de Francia, esquelética, con un vestido raído, caminando como un fantasma. Ganó el premio a la Mejor Actriz en Venecia. Ahora se disputa el Goya.