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55 películas que hay que ver al menos una vez en la vida

Clásicos del cine mudo, westerns, comedias, ficciones en el espacio... Largometrajes que todo el mundo tendría que ver antes de morir

Escrito por: Àlex Montoya
Colaborador: María Sanz
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Cada uno tiene sus preferencias, así que cualquier debate sobre cuáles son los mejores largometrajes de todos los tiempos se puede alargar horas y horas. ¿Puede haber algún listado que los agrupe todos? Es difícil, pero hemos intentado incorporar desde las revoluciones cinematográficas más clásicas hasta las más modernas, grandes estrenos, todos los géneros, países, épocas... cine para todos los gustos, haciendo equilibrios entre la racionalidad y el sentimentalismo. El reto ha sido enormemente complicado, pero no nos hemos podido resistir a elaborar una buena lista, nuestra lista, de las películas que hay que ver, al menos, una vez en la vida. Decidnos hasta qué punto nos hemos equivocado. ¡Y, ah, prohibido repetir directores!

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2001: Una odisea del espacio (1968)

Comenzó con el encuentro de dos mentes brillantes: Stanley Kubrick y una eminencia de la ciencia, Arthur C. Clarke. "Creo que es un zumbado que vive en un árbol en la India o en algún otro sitio", señaló Kubrick cuando oyó el nombre de Clarke -junto con los de Isaac Asimov, Robert A. Heinlein y Ray Bradbury como posibles guionistas de su épica película de ciencia ficción. De hecho, Clarke vivía realmente en Sri Lanka (no en la India, ni en un árbol), pero cuando este par se conocieron, forjaron una historia de progreso tecnológico y desastre ("Hola, Hal. Abre las puertas") impregnada de humanidad, con toda su grandiosidad, debilidad, coraje y ambición desmedida. Un público fumeta, sorprendido por la atractiva secuencia de la puerta estelar y sus gráficos pioneros, la adoptaron como una teoría. Si no fuera por ellos, 'Una odisea del espacio' podría haberse adentrado en la oscuridad, pero es difícil imaginar si se habría quedado allí. La terrorífica visión del futuro de Kubrick aún se percibe como profética después de más de cincuenta años.– Phil de Semlyen

El padrino (1972)

Desde 'Uno de los nuestros' hasta 'Los Soprano', todas las dinastías del crimen que vinieron después de 'El padrino' son descendientes de los Corleone: la obra maestra de Francis Ford Coppola es el último patriarca del género gánster. La monumental frase de apertura ("Creo en América") pone en marcha la adaptación de Mario Puzo, antes de que la épica de Coppola se transforme en un escalofriante desmantelamiento del sueño americano. La historia llena de corrupción sigue a una poderosa familia inmigrante que enfrenta los valores paradójicos del dominio y la religión; estas contradicciones morales cristalizan en una legendaria secuencia de un bautizo, magníficamente editada en paralelo al asesinato de cuatro jefes de la mafia rivales. Con infinidad de detalles icónicos -la cabeza cortada de un caballo, la voz rasgada de Marlon Brando y el vals pegajoso de Nino Rota– la autoridad de 'El padrino' sigue viva.– Tomris Laffly

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Ciudadano Kane (1941)

Esta película icónica de Orson Welles, hecha cuando solo tenía 25 años, supuso un antes y un después en el lenguaje cinematográfico. Colocó el cine de autor en un camino revolucionario (y los malentendidos de Hollywood también). La historia de 'Ciudadano Kane', sobre el ascenso y la caída del hombre rico, es eterna, relevante y las técnicas que Welles utilizó para explicarla siguen siendo inigualables casi ochenta años después. Director, productor, coguionista y estrella, Welles puso en el filme los fundamentos de su estatus como innovador. Su actuación, que nos lleva a través de las etapas de la vida de un magnate con problemas –con ayuda de un maquillaje sorprendentemente convincente– es inolvidable y los temas de la película (la codicia, el poder y la memoria) se presentan con autoridad. –Abbey Bender

El apartamento (1960)

Billy Wilder escribió comedia como nadie. Más allá de las maravillosas películas que dirigió, firmar los guiones de 'La octava mujer de Barba Azul', 'Medianoche', 'Ninotchka' o 'Bola de fuego' silencian a cualquiera que tenga dudas. Pero, aún más, radiografió como muy pocos la esencia del estadounidense común, sus miserias, sus lados más oscuros, ya fuera entre risas o poniéndose serio. O las dos cosas, como 'El apartamento', donde dibuja una cínica tragicomedia tan encantadora como amarga, que congela las sonrisas y pone un nudo en el estómago a partir de la peripecia de un oficinista gris, platónicamente enamorado de una ascensorista que está fuera de su liga, y que vende su dignidad ofreciendo su casa y su propia cama para las aventuras privadas de los directivos de su empresa. La magia que rezuma 'El apartamento' le debe mucho, también a la química de Jack Lemmon y Shirley MacLaine, capaces de mostrar un amplio, y muy humano, abanico de contradicciones morales hasta llegar a uno de los mejores finales, tan triste como lleno de esperanza (o quizás no) de la historia del cine. –Àlex Montoya

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Belle Époque (1992)

Galardonada con el Oscar a la mejor película de no habla inglesa, la cinta que dirigió Fernando Trueba nos lleva a principios de 1931, al tiempo previo y posterior a la proclamación de la Segunda República, a esa época que se suele describir como de apertura, esperanza y luminosa. En este contexto, se narra la historia de un soldado que decide desertar y encuentra refugio en la casa de campo donde vive un artista algo excéntrico. Un entorno bucólico, perfecto para dejarse llevar por los instintos que aflorarán cuando las cuatro hijas del anfitrión lleguen a visitarle. - María Sanz

En busca del arca perdida (1981)

Desde el fundido del logotipo de Paramount hasta un almacén inspirado en 'Ciudadano Kane', 'En busca del arca perdida' está diseñada como un homenaje al oficio. La superproducción más divertida de Steven Spielberg lo tiene todo: piedras rodando, una pelea de bar, una brillante heroína (Karen Allen) que puede aguantar el alcohol y perder la calma, un mono traidor, un malo que bebe champán (Paul Freeman), serpientes ("¿Por qué tenían que ser serpientes?"), la persecución en camiones más espectacular del cine y un final sobrenatural de tormentas donde la cordura acaba explotando. Y todo rematado por la perfecta actuación de Harrison Ford como Indiana Jones, un reticente, pero resolutivo héroe (miradle la cara cuando dispara a aquel espadachín). –Ian Freer

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La dolce vita (1960)

Hecha durante los años de bonanza italianos, el éxito fulgurante de taquilla de Federico Fellini llegó a definir el glamour y la cultura de las celebridades. También hizo de Marcello Mastroianni una estrella; aquí interpreta a un periodista de chismes atrapado en el frenético mundo de la vida nocturna de Roma. Irónicamente, el estilo de vida absurdo y el hedonismo corrosivo que representa la película parece haber tocado a muchos espectadores. Tal vez esto se debe a que Fellini lo filma todo con un ingenio cinematográfico que hace difícil no dejarse atrapar por los delirios de la pantalla. Gran parte de la manera de ver la fama todavía se remonta a esta película; en ella incluso nació la palabra 'paparazzi'. –Bilge Ebiri

Los siete samuráis (1954)

Probablemente son los 207 minutos de cine más fáciles que verás nunca. La historia también es bastante sencilla –una pobre comunidad agrícola que invierte sus recursos para contratar a samuráis que los protejan de los bandidos violentos que les roban la cosecha– y Akira Kurosawa crea una epopeya excelentemente dibujada, incluso absorbente, divertida y emocionante. Por supuesto, las secuencias de acción remueven la sangre –el enfrentamiento final de la lluvia es inolvidable– pero realmente se trata de un estudio sobre las fortalezas y debilidades humanas. Toshiro Mifune está magnífico como samurái autosuficiente y medio enloquecido, pero es la versión Yoda de Takashi Shimura la que da a la película su centro emocional. Aunque se han hecho otras versiones en el salvaje Oeste ('Los siete magníficos'), en el espacio ('Batalla más allá de las estrellas') e, incluso, con insectos animados ('Bichos'), el original aún conserva la corona. Por ello, se encuentra en este listado de películas que hay que ver antes de morir. –Ian Freer

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Cantando bajo la lluvia (1952)

Olvidaros de 'The Artist' y disfrutad de la energía de este glorioso homenaje de la productora MGM a la época silenciosa del cine. Su trío de bailarines –Donald O'Connor, con una increíble expresión facial, la brillante debutante Debbie Reynolds y el codirector y actor principal Gene Kelly– clavan las canciones estelares, las exigentes rutinas de baile y las escenas cómicas con una habilidad consumada. Pero no podemos olvidar a Betty Comden y Adolph Green, que dotan a la película de ritmo con un efervescente guion, ni a Jean Hagen, que interpreta a Lina Lamont, el contrapunto divertido y triste del film. Del mismo modo, también se debe hacer especial mención al codirector Stanley Donen, que siempre se mostró feliz de que sus estrellas se llevaran toda la atención y que creó un musical que nunca desilusiona. –Phil de Semlyen

Uno de los nuestros (1990)

¿Es esta la mejor película de Martin Scorsese? Nosotros creemos que sí (y no solo porque la veamos cada vez que la emiten en televisión). La revolución desencadenada por 'Uno de los nuestros' solo ahora es evidente: sin ella, no tendríamos 'Los Soprano', la época dorada de la televisión o la escena del comedor de 'Reservoir dogs'. Scorsese abrió un nuevo registro al convertir las preocupaciones más oscuras sobre la inseguridad masculina en comedia: una enredada crítica social sobre el ascenso y la caída estadounidense. En consecuencia, también hay una visión romántica del estilo de vida de la mafia –la comida, las discotecas, las trampas y la violencia– pero esto únicamente se queda en la superficie y en realidad todo es mucho más oscuro de lo que parece: prisión, abandono y vivir como un ingenuo en el programa de protección de testigos. –Joshua Rothkopf

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