Hay películas que son un trozo de vida, que se te meten dentro y te echan raíces. Este es el caso de 'Call me by your name'. Luca Guadagnino consigue atrapar el tiempo en cada imagen, condensarlo, y hace de cada instante un espejismo de la eternidad. Estamos en un verano lejano, de hace más de 35 años, en una casa con grandes ventanales y camas antiguas, perdida entre campos de hierba que el sol ha vuelto amarilla y árboles frutales. (...)
Verano de 1983. Una villa en el norte de Italia, en medio del campo. Un adolescente se enamora de un chico de 25 años. Después de 'Cegados por el sol', Luca Guadagnino vuelve a enseñarnos el sabor de las horas perdidas de un mes de agosto en 'Call me by your name', una película que desborda sensualidad.
¿Cómo definirías la dimensión temporal de la película?
Cada verano, cuando eres joven, el tiempo entra en un estado de suspensión, una espera indefinida que solo se detiene con la llegada del otoño. Por un momento, puedes llegar a pensar que los ratos muertos de los días de vacaciones serán eternos, que cualquier cosa que pase entonces durará para siempre. Hasta que, de repente, se acaba, como un portazo. Era un reto indispensable que el espectador sintiera ese tiempo ralentizado, igual que lo sienten los dos personajes.
El protagonista es Elio, un chico de 17 años de ojos infinitos. ¿Qué nos dice su mirada?
A través de su historia, única y muy personal, queríamos dibujar una especie de experiencia universal de aquel verano del amor que todos hemos vivido. Un verano que nos engañó, haciéndonos creer que sería inmortal, cuando en realidad era muy breve.
Es sorprendente que los dos amantes vivan el deseo de manera tan desacomplejada, sin miedos ni tabúes.
Esto es cierto, pero no te puedo decir por qué razón quedó así. Como director, necesito alejarme de dar ideas muy precisas de la película y su temática. Sería un peso demasiado grande para los personajes, una carga. Y a mí me interesa que los personajes sean libres, y observar su comportamiento, como si fuera un pájaro que vuela. Me interesa descubrirlos, ver cuál es el viaje emocional que atraviesan. Elio me encanta, porque sigue sus impulsos, sin preocuparse.
La cinta adapta una novela de André Acinam, que de hecho está escrita en primera persona.
El libro es una obra maestra. Lo leí hace tiempo, cuando los productores de la película iban a poner en marcha el proyecto. En aquel momento no era yo quien tenía que dirigir. A mí me habían contratado como asesor, porque conocía bien el lugar donde pasaba la historia, y pensaron que les podía echar una mano con las localizaciones. Mi aproximación al libro, ante todo, fue desde el punto de vista del escenario.
Hablemos, pues, del escenario, ese caserón en medio del campo, rodeado de árboles frutales.
El libro se sitúa en la región de Liguria, en el noroeste de la península, junto al Mediterráneo. Yo me inclinaba por llevar la película un poco hacia el interior. Quería reflejar esa identidad de las zonas rurales italianas donde todo parece que pase más despacio. Los días avanzan y avanzan, ociosos, y es como si nadie sacara provecho. La vida es simple, poco ambiciosa. Es el lugar más pertinente para los idilios amorosos.
¿Querías hacer una película sensual?
Quería que hubiera belleza. Es una película que me trae muchos recuerdos de un tipo de cine que yo adoro. Por ejemplo, algunas cintas de Bertolucci. O incluso los directores franceses como Renoir y Pialat, que contaban historias en el campo que eran fantásticas, sexuales. Y sobre todo una obra maestra española, 'El sol del membrillo', que habla de algo tan sencillo y bonito a la vez como la luz del sol sobre un árbol, haciéndolo madurar.
¿Elio podría ser como ese árbol?
Elio nos habla de hacerse mayor y conectar con la propia verdad. 'Call me by your name' es una experiencia profunda y real de lo que significa el despertar amoroso para un niño que se está haciendo mayor. La fascinación que de pronto siente por otro hombre, por su cuerpo, es una vía preciosa hacia un descubrimiento mucho más íntimo.