Javier Bardem

Javier Bardem: "Quería entender de dónde venía el monstruo y llegar hasta su corazón"

El actor nos habla de cómo ha sido meterse en la piel del narcotraficante Pablo Escobar en 'Loving Pablo', la nueva película de Fernando León de Aranoa

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Desde que lo vimos toreando bajo la luz de la luna con el culo al aire en 'Jamón jamón', los ojos de Javier Bardem han ido acumulando la fuerza bruta de un animal acorralado en el ruedo. Y, aunque es cierto que 'Loving Pablo' no ha dejado de llevarse palos de la crítica desde su estreno en Venecia, también es verdad que su papel de Pablo Escobar tiene una rabia magnética que hace vibrar la película. Fondón, sucio, agresivo, puro músculo. El actor nos cuenta cómo fue el proceso de creación.

De Pablo Escobar hay vídeos, imágenes, películas, series. Es, casi, un tótem de la cultura pop. ¿Fue difícil romper el caparazón del mito y entrar a trapo en el personaje?
Por suerte, yo no vi ninguna de esas series. Sí que vi a Benicio del Toro en 'Escobar: Paraíso perdido', porque el director es muy amigo mío, y pienso que Benicio hizo un trabajo regio, aunque es cierto que su Pablo Escobar está poco presente. Sí que vi y leí aquellos documentales y libros en los que estaba Escobar de verdad. Es ahí donde trabajé, muy cerca de la figura de él. 

¿En qué se diferencia del Pablo Escobar de ficción que hemos visto hasta el momento en 'Narcos'?
A toro pasado, estando en Colombia, he visto que esas series han creado reacciones y consecuencias que no son positivas. Le han dado un glamour al personaje que no está sentando bien. Lo han convertido en icono, a veces algo cómico, distendido, agradable. Pero ese tío era un monstruo. Y yo quería entender de dónde venía el monstruo y llegar hasta su corazón, no para justificarlo, sino para mostrar al ser humano. Todos podemos convertirnos en monstruo si escogemos las motivaciones equivocadas, si nos dejamos llevar por la necesidad absoluta de respeto, por una ambición desmesurada.

¿Para humanizar al monstruo tienes que empatizar con él?
Sobre todo, tienes que acercar el personaje al espectador, para que lo sienta en su propia carne. Pero sentirlo no quiere decir compadecerlo. Puede ser un sentimiento de rechazo el que genere. Lo que conecta es la proximidad, el reconocer que es un ser humano, no un muñeco o un superhéroe con una capa, o un dios. Es un semejante, uno de nosotros, e hizo cosas terribles. Debemos entender que nosotros podríamos haber sido él. Porque también tiene un corazón, aunque sea un órgano duro que no bombea sangre sino veneno.

Me fascina el espacio físico que ocupa el personaje, la envergadura paquidermia con la que corre desnudo por la selva, con el arma a la espalda y el helicóptero sobre la cabeza. 
Para nosotros era muy importante que tuviera un peso en cada plano, y lo trabajamos desde todos los ángulos posibles. Por vestuario, por maquillaje, por protésicos y, lo más importante, subiendo de peso. Hay un desarrollo en la diferencia de pesos desde el principio hasta el final. Es un tipo que empieza más fino, más apretado, más seguro de sí mismo a todos los niveles y acaba desproporcionándose.

Hay una serie de gestos muy bien dibujados, que nos hablan de la rabia contenida, del hombre que estalla y pierde los estribos. Por ejemplo, cuando agarra los espaguetis con tomate con el puño.
Trabajamos esa parte desde un punto de vista poco común, no porque quisiéramos hacer nada especial, sino porque Pablo Escobar era un tipo poco común. Tiene un ímpetu y unas salidas y unos impulsos que generan terror a su alrededor. Había algo en él que era extraño y que estaba fuera de lugar. De ahí lo de los espaguetis o lo del helado, esa escena maravillosa en la que su hija le pide un helado de fresa y él derrama una lágrima porque no se lo puede dar.

Antes has dicho que para construir el personaje intentaste acercarte al Pablo Escobar de verdad. ¿Cuántos de estos gestos salen de ahí?
Pablo Escobar tenía reacciones físicas muy extrañas y eso para mí era un tesoro. Hay una grabación muy peculiar en la que él inaugura un campo de futbol y la multitud responde con una ovación. Y cuando le ves a él, en lugar de alegrarse, tiene un punto de cólera en los ojos. A mí eso me gustaba, lo raro de sus sentimientos.

Se cuenta que durante el rodaje cada noche, cuando llegabas al hotel, tenías que darte una ducha de agua caliente. ¿Te sentías sucio?
Ese es un ejercicio que me enseñó hace tiempo mi maestro y amigo Juan Carlos Corazza, que sirve para quitarte la energía de un personaje tóxico e irte a dormir tranquilo. Para mí es muy necesario en casos como el de 'Loving Pablo', que es un personaje protagónico que lleva el peso de la historia y cuya energía no es fácil de sostener. Es necesario dejar que toda esa energía se escurra por el desagüe. Es casi una técnica meditativa, para recuperar tu integridad después de una semana de trabajo duro.

¿Crees que, de otro modo, podría ser dañino?
Tal vez al principio no lo notas, pero a la larga los personajes negativos pueden acabar por absorberte. Y uno necesita descansar. A mí me gusta llegar hasta el fondo del personaje, pero no soy de los que creen que pasar las 24 horas del día con él sea algo sano. Intento llegar siempre lo más hondo posible, lo más lejos que puedo. Pero cuando acaba la jornada de rodaje tengo que volver a ser yo mismo.

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