'Saló, 120 días de Sodoma', de Pier Paolo Pasolini
Pasolini, escatólogo de primera, ya había tocado el tema de la mierda en películas anteriores. En su adaptación del 'Decamerón' de Boccaccio, sin ir más lejos, Ninetto Davoli se caía dentro de un depósito fecal, y salía empapado hasta las cejas. Pero nunca lo llevó tan al extremo como en 'Salón'. Las chicas de la imagen vivían recluidas en una mansión junto a un rebaño de lozanos efebos. Cada noche eran obligadas a llenar sus orinales con un buen chorizo que después se servía en bandeja de plata, como exquisito manjar para una panda de aristócratas viciosos.