Esta taberna llegó al barrio de Malasaña en 2013 a rescatar la esencia del Madrid más puro y ponérselo en bandeja a los jóvenes nostálgicos y hedonistas. Mezcla tradición y modernidad con un resultado tan atractivo como kitsch. Verás los claveles, mantillas y gorras más castizos adornando sus paredes, pero también un mobiliario 'slow life' muy tabernero.
En su carta también se nota este mix que ha hecho triunfar a este bar. Hallarás desde platos de cuchara como lentejas o costillas ibéricas con patatas hasta recetas más internacionales con tatakis de atún con fideos chinos. No serás un verdadero 'gato' si no te atreves con su vermú. Como colofón, tómate una de sus tartas de brownie o una brocheta de plátano, chocolate y nueces.
Este encantador rinconcito también es ideal para tomarse una cerveza a media tarde o un vinito blanco. Además, sus dueños siempre intentan innovar y sorprender a sus clientes y las mascotas son siempre bien recibidas.