Entre Triciclo y Tándem, y junto a Taberna La Elisa, cierto local ilustrado proclama una pasión olvidada por las copas bien puestas. Copas, cubatas, pelotazos, como se prefiera. En la calle Santa María, corazón del barrio de Las Letras, Vendittas es un bar que une al chef Javi Goya –suyos son los nombres mencionados, otros tantos por el vecindario y más allá– y al bartender Alberto Villarroel, señor de ese devoto cóctel bar llamado Santos y Desamparados.
“Nos llamamos Vendittas porque esto es una vendetta por la copa, algo que el cliente acepta con gusto”, explica Villarroel al otro lado de una barra más diurna que la que oficia en la esquina de Costanilla. A lo que fue La Parranda, uno de tantos locales que acabaron en la deriva low cost, le han dado una personalidad sencilla pero embellecida. Maderas, capitonés, flores secas, lámparas viejunas y cornamentas propias del imaginario tenebrista del propio Alberto. Un Santos menos crápula y más alegre para cumplir con la hora del aperitivo. Pero con cocina abierta hasta el cierre. Y seguirán sonando David Bowie o Tool.
Inaugurado Vendittas en febrero de 2022, la intención llevaba gestada de lejos y la pandemia fue su detonante. “Alberto es un número uno en lo suyo y sabía que esta era una brecha que no existía”, cuenta Javi Goya. “No hay muchos sitios que le pongan cariño a una copa. No se trata de una ensalada como se hacían con los gintonics sino enfriar el vaso y servir una bebida equilibrada”. El propio Alberto lo refrenda: “Algo que nos ha hecho distintos como país, cultura y forma de consumo se está cayendo. Es fácil encontrar una copa de balón, con el logo de la marca, unos hielos flotando y un trozo de limón. Eso y la decadencia del aperitivo me reventaban la cabeza y por eso buscamos un sitio para recuperar el combinado aprovechando nuestro conocimiento de la coctelería”.
Se emplea vajilla y cristalería Blow, además de hielo grande diseñado para el formato copa. Hay trabajo invisible. La fórmula es valerse de la medida ajustada de un destilado base, más un cordial, una grasa o un bitter y, lo más diferencial, alargar con burbuja: rellenar el vaso con un refresco al completo. Salvo en la opción de medias copas. En carta se ofrecen doce vendittas que pueden seducir a cualquier mortal, además de combinados tradicionales perfumados con cariño, tostas y pizzas en el apartado para picar (amén del aperitivo emplatado al momento con cada consumición), y algunos cócteles.
Aparecen bandejas de ostras bien aliñadas o al natural, un lujo que aquí resulta asequible (5 euros) para impulsar el ritual con champán. Generosas tostas de cecina de Astorga de Castro, de burrata o de mortadela trufada con lascas de pecorino. Se cortan quesos artesanos. Se adereza secretamente un tomate. Y no falta la gilda de arenque o el cucurucho de torreznos. Mucho más que unas tristes patatas fritas.
Entre las vendittas o copas del lugar cabe mencionar la Negrona (un negroni más dulce y largo con Bitter Kas), Dos Escocias (interpretación del Penicillin con Cardhu y Laphroaig, bitter de ciruela y appletiser), un Destornillador (dice mucho de Vendittas aunque sea a medio camino de un clásico como el Harvey Wallbanger, con vodka, cordial de naranja, vainilla y miel, y terminado con burbujas de naranja), la Pomada (otro revival, con ginebra, oleo saccharum, cordial y refresco de limón) o Mar y montaña (con Ron Zacapa, soda de piña y cordial de regaliz y coco). Sin apenas decoración, es suficiente una fruta deshidratada, “ya denostada para el cóctel pero que en la copa es motivo de sorpresa”. Un detalle que habla también del público, largamente arrinconado, al que se dirige Vendittas, un bar abierto a la calle y dispuesto a popularizar la escena.
Para diferenciarlos de las vendittas, un puñado de cócteles refrescados y sometidos a una logística limitada. El representativo cóctel Tormenta evoca tierra mojada (Ron Zacapa, vermut seco Noilly Prat, cordial de caramelo Respirol o eucalipto y perfume de trufa negra). Los domingos de aperitivo, más leña: reservan un Bull Shot (inevitable por el consomé de carne de Javi Goya), un Bloody Mary y sus variantes, un Last Word, un Boulevardier o un Adonis con el mejor producto jerezano (pocos defensores del mundo generoso como Alberto). Sin dejar los matices sápidos, y aunque Vendittas no da para demasiados ingredientes caseros, los más aficionados no deberían pasar la ocasión de solicitar un Dry Martini potenciado por un bitter de anchoa de lo más intenso. Lo dicho: “Todo sin más intención que la de hacer algo bonito, sin ínfulas”.