“Voy a hacer una cerveza para el barrio”. Han pasado más de dos años de aquel desafío lanzado en una reunión de amigos y ya se ven lejos los primeros mil litros. Entre orgulloso y sorprendido, David repasa lo logrado hasta ahora. El crecimiento ha sido fulgurante. El trabajo, extenuante. Son cuatro socios (todos del barrio) para gestionar la fábrica, que produce 5.000 litros al mes de sus dos creaciones (una golden ale y una red ale), y el bar contiguo, donde trabaja un equipo de otras siete personas. Esto es Patanel, la pata negra de Carabanchel. De momento. Porque, pasado el verano, quieren lanzar una IPA, tantear a alguna distribuidora para ampliar las fronteras de la marca y organizar actividades en el local. “Le hemos dado un aire industrial porque no teníamos un duro y el espacio se prestaba. Fue una oficina de Correos de la que hemos mantenido los casilleros, ahora convertidos en mesas. Y conservamos la marquetería de hierro de cuando todo el edificio era una empresa de confección. Al final creo que tiene su carácter, un alma propia”. Abrieron en noviembre y el segundo fin de semana no cabía un alfiler. Tenían la pizarra con los cinco grifos y punto. “Salvo de la nuestra, solo tenemos dos barriles de cada estilo. Así la oferta cambia casi cada semana. No traemos cosas muy arriesgadas pero sí de mucha calidad. Siempre son cervezas de gente que conocemos o de proximidad: Madrid, Toledo, Segovia, Guadalajara…”. En lo culinario, pizzas caseras y apetecibles, hamburguesas reinterpretadas y “unos postres que caben en un post-it. Exploramos la diferencia, nos salimos de los cánones del típico bar de chopitos y oreja”. Buscad el futbolín (gratuito) y jugad un derby carabanchelero.
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