Un diminuto bar de cócteles familiar en un viejo antro flamenco puede ser mucho más que un bar. Al menos, Mucho Bar es uno que no resta. Daniel Flores y Grace Hoyle se han contentado con la mínima expresión de un local del barrio de Las Letras para conseguir dar forma a un bar apetecible. Del poco al mucho.
Esta pareja, él mexicano y ella peruana, vivió años en Lima y en Ciudad de México. De ahí que en Mucho Bar se beba sobre todo tequila, mezcal y pisco. Algo habían practicado en fiestas antes de aterrizar en Madrid, son autodidactas de estas bebidas. "Ofrecemos lo que conocemos, no hacemos coctelería clásica porque nos rebasa y no va con nosotros", explica Daniel. Así que no faltan margaritas y pisco sours, aunque la oferta es más amplia. El bar cumple casi un año, ellos llevan poco más en la ciudad. "Madrid nos abrió las puertas, es una ciudad amable, segura y con mucha movida. Nos gusta mucho la cultura del bar y queríamos uno con nuestra visión. Y encontramos un local muy particular muy bien ubicado al lado del gran Viva Madrid y todos estos bares gigantes de coctelería".
Daniel es arquitecto y Grace fotógrafa. Se nota. Mucho. Los recursos se los dio un espacio estrecho y profundo. "Queríamos algo chiquito, he diseñado proyectos de hostelería pero queríamos algo personal donde poder cuidar bien las cosas, para poquita gente y empezar a crecer". Cada solución de diseño luce sin grandes medios. La iluminación, la barra enmarcada al fondo del túnel, los posters y la misma identidad corporativa, moderna y muy latina. El bajo de una escalera inutilizable lo habilitan con sentido para dar profundidad frente al espejo corrido de la otra pared. El cemento, las lámparas, los puntos de luz estratégicos, las plantitas ornamentales. Más la bola de discoteca y las soluciones para amortiguar el ruido, que en Mucho Bar caben unas 25 personas, 30 apretadas, y por momentos se baila. Mucho. Por la tarde, gotean las primeras citas. Conforme avanza la noche se pone más divertido hasta el lleno. Las luces bajan, juegan con los colores, y la música sube. Del soul y el disco se progresa al space y el house.
La base de la oferta ya está dicha: bebidas de su tierra y a su manera. Grace fue la encargada de afinar la carta, Daniel el que la ejecuta (su hermano la entrega en las mesas altas, que por algo es un bar familiar). Incluso en el caso de los tacos, en tortilla o en cazuela, que también dejan aquí matar el hambre con birria, setas al pastor y chicharrón. Lo otro son cócteles refrescantes, sin excesivas complicaciones y en formato bastante popular, chupitos de mezcal y tequila pero también de alguna raicilla y cosas como Matacuy (licor de hierbas peruano) y Ágave de los Andes (destilado de ágave peruano). Ejemplo: no va mal poder gozar a besitos un Derrumbes Salmiana con ese tiro directo a pimiento verde.
Caben igualmente los combinados, las cervezas, micheladas y algo de kombucha para el público sin alcohol. Incluso vermut Dos Deus del Priotat y unos pocos vinos naturales a través de OFFWines. Una pizca de tendencia sin pretensiones en el bar funcional donde suena Qechuaboi, productor clave de la escena indie electrónica limeña y capo del tropical bass.
La carta de cócteles se divide por categorías: de toda la vida (los que supuestamente más se venden), fresh, dulces y afrutados, y fuertes. Entre los primeros, la muy ligera Paloma Spicy, con licor de chipotle Humo, las versiones de margarita y mezcalita en vaso y con hielo, el pisco sour y su versión con fruta de la pasión, y el chilcano de pisco con ginger ale y su versión también con maracuyá. De los más refrescantes salen mucho el Mezcal Mule, con Humo y ginger beer, y el Mojito Andino, con pisco.
Se abren a los más aperitivos tipo Americano MX, con mezcal, vermut rojo, licor de alcachofa, tónica y soda, y un spritz con mezcal y cava. Preparan el Tónico Amazónico y el Mediterráneo con ginebras peruanas. Entre los afrutados, destaca el Daikiri de Jamaica, con mezcal, cordial de hibisco, Aperol y lima, y el Mirrey, un trago corto en copa alta con tequila, bitter, oleo saccharum de fresa, lima y jengibre. El último apartado no es tan fuerte como lo pintan siendo recomendables el Negroni Impostor, que no deja de ser un mezcaloni, Rosario, una especie de Manhattan lejano y en vasito pequeño con tequila, bitter, vermut con cacao y angostura, y En Proceso, con pisco macerado con hierbabuena, licor de sauco, Matacuy y pimienta rosa. No es poco en Mucho Bar. Mucho gusto es su lema.