Era cuestión de tiempo. En 2015 empezaron a compartir techo en el mercado de Vallehermoso. Mientras cada sábado los de Kitchen 154 hacían acopio de botellas en el puesto de La Virgen para el animadísimo servicio nocturno, los segundos se iban enamorando cada día más de las costillas coreanas. El germen de esta simbiosis natural fue una cerveza. Una pale ale con cítricos asiáticos que sirven en exclusiva y como la de la casa en este nuevo y muy versátil espacio.
“Cuando nos brindaron la oportunidad de sumarnos al proyecto, ni lo dudamos. Todo ha ido rodado. Para la carta, ecos de la street food malaya y singapureña, rescatamos nuestra mítica merluza black pepper, pero cada plato se ideó pensando en este local”, relata Txitxo. Ahora, conviven en lo que fue un taller de coches, 300 m² y aforo para 100 personas. “Queríamos tener nuestra cerveza, sin filtrar ni pasteurizar, en tanques fuera de la fábrica y lo hemos conseguido. Por aquí pasarán todas las estacionales, limitadas y las de El Vivero que hagamos cada año. Lo que ves representa toda nuestra filosofía”, apunta Javier, orgulloso tras muchos meses de reforma, planificación y licencias.
Abrieron hace apenas unas semanas y bromean, no sin razón, con que ya se les ha quedado pequeño. El fin de semana cada mesa es un hervidero donde participan familias, parejas y amigos. No hay un target definido pero sí mucha fidelización. Para los primerizos recomiendan una ración y media por persona, no pedir todo de golpe –las comandas salen rápido, “la precisión del caos”, lo llaman– y no esperar postre (no hay). ¿Unos dumplings y una doble ipa para empezar?
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