Harvey’s en el metaverso de una ciudad a golpe de liberalismo. El bar de Edu Gutiérrez, tras más de diez años en la calle Fuencarral, tuvo una mudanza forzosa. Las inclemencias de esta Malasaña poseída por la gentrificación obligaron a echar el cierre y a buscar un nuevo lugar donde seguir dando de beber con banda sonora americana de fondo. Tal vez el destino hizo que ese escenario sobre el que mutar no fuera uno más sino el de Lady Pepa en el que tanto se hizo cuando la ciudad dormía.
Edu quiso tomárselo con más calma, pero no hubo opción. Había que darse prisa con la obra para abrir cuanto antes. El antiguo Lady Pepa era un caramelo y el sueño de montar un bar en Nueva York tendrá que esperar. Así que dos intensos meses de reformas después tenemos un Harvey’s en una nueva vida que no deja de ser la misma. Porque estamos ante un Harvey’s cien por cien reconocible sobre un Lady Pepa que mantiene su estructura y poco más. Que nadie espere encontrar la bancada ni los manteles de cuadros. Ni los espaguetis ni el piano de café teatro, por supuesto. Aquel after infalible, tan dudoso, o no tanto, es hoy un recuerdo del último Madrid realmente gamberro.
La entrada ya hace tomar conciencia, con el toldo propio y el espejo de bienvenida al cocktail bar antes de la bajada. Edu ha trasladado estética y espíritu sin dejar el barrio. Tonos dorados, papel traído de Turquía, las mismas cortinas de terciopelo rojo y, al final de los escalones, la barra de madera que serró por la mitad. Ahora el arco de Lady Pepa, con el ladrillo al aire pintado de oro, enmarca el mostrador entre los taburetes y el botellero. A título técnico, las estaciones de coctelería para que los bartenders, vestidos con chalecos que recuerdan a The Warriors, trabajen sin tener que cruzarse.
En el lado opuesto, la imagen de Harvey’s, ese conejo imaginario que acompañaba en la peli de culto a James Stewart en sus andanzas borrachuzas y por el que Edu bautizó a su criatura. No es el mural de Fuencarral sino uno nuevo. Entremedias, sí permanecen los percheros y los bancos de diner americano, además del neón principal. En una hornacina camino de los baños, otro neón antiguo reza: “Deep in the night, I’m lost in love”. Edu es ese tipo de romántico.
En pocos bares de Madrid lo mismo suena Paul Anka que Soul Kitchen de X. La música es la gran obsesión de Edu; en realidad, la cultura estadounidense. Y la coctelería, clásica e intensa como a él le gusta, es una parte de ella que le ayuda a expresarse. A falta de nuevas incorporaciones pero con algunos retoques, la carta se ciñe a una veintena de cócteles más platos para acompañar. Las especialidades de la casa son las alitas, los tomates verdes fritos, las hamburguesas o los sándwiches como el Philly cheesesteak. Quedan los cócteles como el Luna Park Nº2 (bourbon, cordial de cerezas, amontillado y bitters) o el más dulce Charly Fifties (licor café, amontillado, lima, espuma de flor de saúco), el reformulado Caña Santa (vodka, lemongrass, Campari y bitters) o el ya clásico Chilidrin (tequila infusionado con jalapeños frescos y encurtidos, piña madurada). Mención al espresso martini fuera de carta que hace con café 100% arábica y, en lugar de vodka, ron jamaicano y cubano infusionados en piel de limón y canela. Tira a carajillo de Cuba, con más matices que el cóctel clásico. También para cafeteros, el Dark Roast (mezcal infusionado en grano de café arábica, PX y Campari).
Mientras los vecinos de la calle San Lorenzo se acostumbran al nuevo inquilino, Harvey’s tiene que aprender otra vez a andar. Quién sabe si en invierno abrirá de día para un aperitivo insospechado sin ventanas a la calle. Por ahora, aquí está el Harvey’s en el que David Lynch y Kike Turmix podrían echarse un lingotazo.