Primera visita, segunda casa. Tal es el magnetismo que despierta este bar, reencarnación definitiva y al detalle del clandestino que brotaba de noche al fondo de Acid Bakehouse. Aforo de 42 personas sentadas sobre tres pilares: vino natural, cocina estilosa y banda sonora que cae como un traje a medida. Más de 200 referencias por botella (15 por copa a diario) con 70% de etiquetas internacionales, platos que cambian cada mes (pocos ingredientes, exquisita ejecución, toques italianos) y perlas pinchadas en vinilo (después del verano llegarán las sesiones regulares de gente invitada). Materiales nobles, cueva abovedada, ambiente plácido… En este bar de copas atesoran todos los tangibles e intangibles para mimar al cliente, para dejarse llevar. “ Y lanzaremos nuestra mini distribuidora para vender vinos de proyectos que no se conocen en Madrid y estamos montando una cave secrète donde guardar lo que no entra aquí y hacer catas privadas”, adelanta Fede, artífice de este búnker del que no querrás salir.
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