El Palentino (CERRADO)

“Quiero que esto recuerde una historia pero que empiece a contar otra. Ya he disertado mucho sobre el cambio y ahora prefiero hablar de lo que hacemos”, apunta Narciso Bermejo, quien junto a Martín Presumido (propietario de Mamá Chicó) ha gestionado la polémica y profunda reforma de un mito, donde aún sirven buenas cañas y pepitos de ternera (con mejor pan y mejor carne), y donde las fotos de Jonás Bel nos devuelven la vieja plancha, la tragaperras y esa barra de millones de rostros. La oferta navega entre la tradición y la demanda contemporánea. Son muy altos los números a los que han de responder cada mes en este bar de largo recorrido (cocina abierta desde los desayunos/brunch hasta la 1 h de la noche). Así que, además del notable producto gallego que viene de serie, sirven burrata y pizza de boletus, que piden incluso para llevar, pero también “salen mucho las rabas, las bravas, que aprendí a hacer en el Pla barcelonés, o las croquetas, que quieren acercarse a las del Txiriboga de Bilbao, que para mí son las mejores del mundo”.
Pero es en sus botellas donde con más intensidad palpita el alma del (nuevo) local. “Los destilados tienen la mayor calidad de todos los que hago. Le hemos puesto mucho cariño y esfuerzo. He creado un equipo para innovar y lograr mejores resultados”. Aparte de sus icónicos macerados (ron, whisky, ginebra...), despachan cócteles propios: La Loli, el Mondadientes o Paluego. La copa más barata de la calle, aseguran. Más aún durante los días del ayer. Cada martes y jueves (16-20 h) los precios caen a tiempos de Casto, que ya no volverán aunque sus lámparas todavía cuelguen del techo.