Esta marisquería de origen gallego y con solera (más de 60 años de vida) se anima a la hora del aperitivo y del vermut. La extensa barra, sus mesas altas como islas preciadas e incluso el pequeño comedor lucen llenos de clientes ávidos de una ración de percebes o cigalas cada fin de semana. Hay en las paredes un papel con las ofertas de cada día (jueves, nécoras o domingo, langostinos) y tras la barra, y bajo ramas de laurel, se amontonan los ejemplares de crustáceos, que vuelan de la báscula a la mesa. A la fiesta se suman buenas conservas, embutidos y salazones.
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