La casa tiene un elocuente manifiesto: Wine+Food+Fun. "Todo lo que sea fomentar la cultura del vino tiene cabida. Me gusta pensar que alguien que entra con la idea de llevarse un blanco de uva verdejo se pueda ir satisfecho con algo de Oregón, o el que busque un clásico de Rioja se vaya con un Jumilla. Lleva tiempo y a veces es frustrante, pero creemos que es el único camino para fidelizar al cliente". Fernando Cuenllas, la tercera generación de ese linaje madrileño sinónimo de excelencia y fiabilidad, anda detrás de este híbrido entre un bar de vinos que logra sorprender (700 referencias en bodega y unas 75 en tienda) y un colmado para celebrar (sentado en cualquiera de sus contadas mesas o en tu casa). Situado en un antiguo paso de carruajes, remozado por acogedores materiales orgánicos, un espíritu atemporal y una cristalería a la altura de la selección vinícola, el equipo capitaneado por David Outeiral atiende a diario. "Es obvio que ahora Borgoña es lo que todos quieren beber pero en Italia, California o el Loira es donde hemos puesto el foco. Eso sí, tener tres gallegos en sala también marca estilo". De la carta, más allá de los platos fríos siempre disponibles, se encarga Elena Viso. "Hemos encontrado un diamante. Es ideal para este local por su creatividad, ganas, experiencia y conocimiento". Estos meses se traduce en un soberbio perrito de alcachofas o unas deliciosas flores de col escabechadas. Una gozada.
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