La historia pesa. No es fácil desembarazarse de la herencia y los recuerdos que dejó el viejo café durante tantos años. La reforma del nuevo Nuncio ha sido tan profunda como respetuosa con el espíritu germinal de este tipo de establecimientos. Los tiempos cambian y los espacios también pero, por fortuna, los actuales propietarios (los mismos que Celso y Manolo, La Carmencita o La vaquería montañesa) tienen gusto, criterio y un reconocible savoir-faire.
Lo que era un café castizo, adscrito al horror vacui y de agradable claroscuro, tiene ahora alma centroeuropea y una elegancia y luminosidad contemporánea. Suena jazz y soul, apetece arrullarse en cualquiera de sus sofás junto al ventanal, entre tonos azules y teja, y preparan un café sobresaliente (con todas las opciones posibles; desde el legendario vienés al carajillo caribeño o el quemadillo). Si eres animal noctámbulo, la carta de coctelería anda sobrada de clásicos apetecibles. Y en cuanto llegue el buen tiempo te tentarán por igual las mesas de su terraza, sus helados con cucurucho pasiego y su batido de chocolate.
Es su propuesta culinaria el más notable y atractivo cambio de rumbo respecto al local anterior. La gente sigue acudiendo mayoritariamente para la merienda (ineludible su tarta de zanahoria) y después de cenar y… hacen bien. Pero harían mejor acercándose unas horas antes, sentándose a comer y cenar. Siguen las líneas fundacionales de la casa. A saber: mucha materia prima eco, pequeños proveedores, espléndido producto cantábrico (anchoas reposadas) y cuidada selección de chacinas y quesos.
Nada mejor que abrir la comanda con su plato de 7 verduritas. Ojo, media ración vale para dos. No os vengáis arriba pronto que, además, hay que dejar hueco para el postre. Hay una hipnótica gama cromática, un baile de aliños y preparaciones (la remolacha con galanga o la berenjena asada con picadillo de aceitunas, piñones, alcaparras y tomate seco) que se equilibran, una calabaza al dente. Todo muy armónico, muy sabroso.
La carta es breve. Tan breve como certera. ¿Cómo van a fallar unos huevos hechos en el horno con sobrasada ecológica? ¿Quién se puede resistir a algo tan elemental e infalible? Nosotros no. Entre sus platos mayores, agárrense que viene largo, una pechuga de pollo troceada con salsa de morillas del bouchon lyonés Daniel&Denise. Suena muy historiado pero es pura comfort food. Antes, puedes hacer parada en su estupendo pulpo de Cedeira, servido en láminas finas (no tanto como un carpaccio pero menores que los cortes del pulpo a feira) y con una liviana capa de parmiggiano reggiano fundido. Añade un servicio amable y resuelto, una bodega con apreciadas etiquetas (Predicador, 12 Volts, Arrayán) y volverás más pronto que tarde a por su ternera asada o la que sirven con la legendaria salsa del Kronenhalle (Zurich). Muchos atractivos en la nueva vida del Nuncio.